Un teleférico revolucionario adelanta la Navidad para los paceños

Los habitantes de La Paz esperan como niños ilusionados la inauguración del teleférico, un sistema que promete revolucionar el caótico transporte en esta ciudad a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar.

Bolivia.com - Actualidad
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Los habitantes de La Paz esperan como niños ilusionados la inauguración del teleférico, un sistema que promete revolucionar el caótico transporte en esta ciudad a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar.

Las cabinas de este funicular, que será la red de transporte público más alta del mundo, han empezado ya a circular en pruebas sobre el laberíntico entramado urbano de La Paz, donde sus torres metálicas se erigen casi como una escena de ciencia ficción entre las miles de humildes casitas que cuelgan de las laderas de la ciudad.

Durante las pruebas, numerosos ciudadanos y escolares han sido invitados a probar el nuevo teleférico, financiado por el Gobierno boliviano y construido por la empresa austríaca Doppelmayr en un tiempo récord, ya que las obras comenzaron hace ahora un año.

Efe pudo comprobar la expectación, las miradas de asombro y gritos excitados de los niños que subieron a las rojas cabinas durante estos primeros días de funcionamiento en pruebas.

"La gente sale como si hubiera subido en un platillo volante. Muchas son personas que jamás ha cogido un avión o el metro", explicó a Efe el español Javier Tellería, presidente de Doppelmayr en Bolivia.

Al máximo responsable de las obras le sorprende que los pasajeros bajen "muy tranquilos, sin vértigo", a pesar de que las estaciones se encuentran a una altura mayor de lo habitual, ya que aquí están rodeadas de edificios.

Pero es que para los paceños, acostumbrados a los inhóspitos 4.000 metros de su ciudad, la altura no es problema.

"A mí me encantó bastante y también me asusta", reza, con letra infantil, una de las cientos de dedicatorias que ya pueden leerse en el libro de visitas que se ha instalado en la salida de la antigua Estación Central de La Paz.

"Muy linda experiencia", "Excelente", "Gracias Evo, te amo", han escrito otros privilegiados que han disfrutado de los primeros viajes de un teleférico que, aunque indiscutiblemente se convertirá en un reclamo turístico, pretende ante todo facilitar los desplazamientos de los paceños.

Ser el sistema de transporte público más alto del planeta no es su único récord, ya que también se constituye en la red de teleféricos urbanos más grande del mundo, superando así a las de Caracas, Argel, Medellín, Río de Janeiro, Londres y Lisboa.

Cuando esté completado, el teleférico de La Paz abarcará una red de diez kilómetros, con tres líneas, once estaciones y 77 torres, con una inversión total de 235 millones de dólares.

La línea que se inaugurará en breve y que ya funciona es la roja, que en poco menos de doce minutos conecta el centro paceño con la vecina ciudad de El Alto, que mira desde el altiplano a la capital boliviana.

Cada una de las líneas admitirá hasta 3.000 pasajeros por hora y sentido gracias a 443 cabinas con capacidad para diez personas, indicó Tellería.

Las vistas desde los habitáculos, según pudo comprobar Efe, son impresionantes.

Silenciosas, a 50 metros del suelo, las cabinas sobrevuelan el cementerio y se elevan hasta los 4.000 metros de El Alto, mostrando una panorámica que incluye los macabros vestigios de un accidente en el que un coche quedó encajado en vertical en una grieta de los riscos.

Además de aliviar los problemas de transporte de la ciudad, este faraónico proyecto está transformando su entorno, empezando por la rehabilitación de la histórica Estación Central de trenes y "ferrobuses".

Mil personas, la mayoría bolivianos pero también de unos 15 países, entre ellos España, México, Cuba y Brasil, trabajan en las obras, que incluyen importantes mejoras como 30.000 metros cuadrados de equipamientos sociales y comerciales, y 80.000 metros cuadrados de zonas exteriores.

Según Tellería, a pesar de la accidentada geografía paceña, el reto de construir este teleférico no ha sido la montaña, "sino la gente".

"La dificultad no ha estado en la geografía, ya que los teleféricos siempre se construyen en alta montaña, incluso en glaciares. Lo difícil ha sido tener 77 obras a la vez en medio de una ciudad y en convivencia con los vecinos", comentó el responsable de Doppelmayr.

Así, la tecnología no ha tenido más remedio que integrarse con la cosmovisión andina y el omnipresente culto a la Pachamama, la madre tierra.

Por eso, al inicio de cada obra se ha celebrado la obligada "ch'alla", una ofrenda de bienes a la Pachamama para que bendiga y proteja los trabajos, y al excavar se han encontrado vestigios de antiguas ofrendas, incluso esqueletos de llama.

Y así, La Paz abraza la modernidad, pero dejando muy claro que lo hará sin soltar la mano a muchos siglos de tradición. EFE