Todos los Santos, una celebración intercultural e incluyente

La celebración es una ceremonia en la que se recuerda al difunto reciente, pero también a otros que pudieron haber fallecido hace varios años y que permanecen en la memoria colectiva de las personas asistentes.

Cada 2 de noviembre, celebración de Todos Santos, miles de familias visitan los cementerios para compartir con sus seres queridos que ya fallecieron. Foto: ABI
Cada 2 de noviembre, celebración de Todos Santos, miles de familias visitan los cementerios para compartir con sus seres queridos que ya fallecieron. Foto: ABI

La celebración es una ceremonia en la que se recuerda al difunto reciente, pero también a otros que pudieron haber fallecido hace varios años y que permanecen en la memoria colectiva de las personas asistentes.

La celebración de Todos los Santos, si bien tiene como una figura central, el recuerdo del difunto familiar más reciente, la mesa-altar o apxata también está destinada para aquellos difuntos que aún están en la memoria colectiva de las personas asistentes a la festividad, de esa manera la ceremonia se convierte en una práctica intercultural de dimensiones incluyentes.

La aseveración corresponde al delegado Municipal para el Fomento de la Interculturalidad, Marcelo Fernández, quien sostuvo que el proceso intercultural –enmarcado en la celebración de los muertos en Todos los Santos–  “se va ampliando en términos del pasado y presente”.

Recordamos al difunto que recientemente falleció –explicó la autoridad intercultural–, también se rememora a otros fallecidos de hace muchos años. “Los traemos a la actualidad con el recuerdo colectivo de las personas”, remarcó.

Cada 1 de noviembre se celebra la fiesta de Todos los Santos, una costumbre que se remonta a la época prehispánica. Se arma la apxata o mesa-altar en las que una serie de objetos adquieren determinados significados como la tan’ta wawa que es el pan con forma antropomorfa y que representa a los difuntos.

A ello se suman otros objetos, como la escalera, animales como el caballo, también se coloca en la mesa, que tiene un color de mantel de acuerdo a la edad y sexo de la persona fallecida, fruta en sus diversas especies, además de otros.

“La fiesta que se celebra, si bien en su aspecto morfológico está montado y ubicado en el calendario Gregoriano, se sabe que su matriz que la soporta es de la época prehispánica y sobre cuya base se ha venido configurando históricamente”, explicó Fernández.

Vivir con los muertos

Dijo que en esta cosmovisión aymara, los muertos “no van al cielo, ni al infierno”, sino viven en el Aka pacha –los pueblos andinos, aún mantienen la división del pacha o tiempo/espacio en tres dimensiones el alaj pacha o la parte de arriba, el aka pacha o el actual tiempo y lugar, el manqha pacha o la parte de abajo– o este mundo, ya que forman parte las “fuerzas vitales transformadoras”.

“En la época prehispánica, los difuntos no eran enterrados, sino que formaban parte de la sociedad, en noviembre se los celebraba, se conversaba con ellos, se constituían en consejeros, vigilantes y  vivían con los vivos”, resaltó Fernández.

Se refirió también la Fiesta de las Ñatitas, que se celebra el 8 de noviembre, y que forma parte de la Fiesta de Todos los Santos, “Las personas guardan el cráneo de los fallecidos, les ponen nombres según el sexo del difunto, a ellas les atribuyen una serie de capacidades como el cuidar las casas de los ladrones y el de ser consejeras para algunos problemas.

De allí que nuestra sociedad, principalmente, de la ciudad de La Paz/Chukiyawu Marka es una ciudad intercultural, ese carácter se constata en los niveles festivos como los que refleja la Fiesta de Todos los Santos. / ecv (SIM/GAMLP)

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