El Tata Santiago, un santo en Guaqui con vena de general

Martes, 28 / Mar / 2006
 
(La Paz - La Razón)
Bolivia.com

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El Tata Santiago es milagroso, pero muy renegón. Al menos, así es como lo describen sus fieles seguidores de Guaqui. Lo dicen esbozando una mirada inquieta, con el cuerpo medio encogido y casi en susurros, como buscando que el famoso santo no los escuche.

Algunos de ellos atribuyen ese impulsivo carácter a su vena militar, pues el patrono de la población altiplánica no se alza únicamente como una imagen católica más, sino que ostenta el grado de General de las Fuerzas Armadas de Bolivia.

Ejemplos de los enojos del Tata Santiago abundan en la memoria de los guaqueños. A comienzos de 1900, por ejemplo, decidieron trasladar la imagen de su patrono desde el centro del altar mayor de la iglesia Apóstol Santiago a otro pedestal ubicado un par de metros más abajo. Y, al parecer, este hecho —sumado a que en su lugar fue colocada la Virgen de la Candelaria— molestó mucho al también denominado ‘santo del rayo’.

Así, según se recuerda, esa noche fuertes granizos, ventarrones y rayos casi destruyeron Guaqui, distante 89 kilómetros de La Paz. Desde entonces, el temor del pueblo ha provocado que la figura del Tata Santiago no se mueva ni un milímetro del recientemente restaurado retablo colonial. Ni siquiera lo hace durante las procesiones que se realizan en su honor en julio. Para ello, precisamente, están destinadas dos réplicas de su imagen.

Pero, además de esos arranques de furia, el llamado ‘matador de moros’ también es muy exigente en lo que se refiere a su vestimenta. Y así se lo hace conocer a sus fieles.

“En un sueño yo lo vi al tatita despeinado y le pregunté: ¿Quién te ha hecho? Enojado me dijo que fueron unos borrachos. Al día siguiente, volando me fui a la iglesia y allí, entonces, me enteré de que tuvieron que quemar parte de su ropita que estaba guardada. Ratones y murciélagos la arruinaron”, rememora Daniel Chipana, actual vicepresidente del Concejo Municipal de la población altiplánica.

Después

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del susto, preservar la vestimenta donada por los seguidores del Tata Santiago —ahora cerca a una veintena— es una de las tareas que el padre Justino Limachi Condori ha asumido como propia. Para ello, el párroco del santuario habilitó el año pasado un espacio en la iglesia para exponer una parte de la indumentaria del santo. Allí, entre otros, destacan diminutos artículos militares.

Un santo vengativo

La ciudad sagrada de Jerusalén fue testigo de la muerte de Santiago. Corrían los años 40 d.C. cuando el apóstol fue decapitado a causa de su fe por orden directa de Herodes Agripa, el gobernador de Judea.

Varios siglos después, durante la ocupación árabe en España, un pequeño ejército cristiano se encomendó al apóstol antes de entrar a una batalla donde derrotó a un numeroso contingente islámico. Desde entonces, Santiago se convirtió en el protector de las fuerzas cristianas y, con los siglos, en patrono de varios regimientos de caballería de todo el mundo.

En Bolivia, esa veneración se muestra de sobremanera en la iglesia Apóstol Santiago de Guaqui, población donde se asienta, además, el Regimiento Lanza V de Caballería.

Montado en un caballo blanco, con el rostro rígido y vistiendo en la cabeza un sombrero negro con plumaje color rojo, amarillo y verde, la imagen del santo cristiano da la bienvenida al visitante a un camerín donde se exhibe su indumentaria en un grupo de vitrinas.

A pesar de la falta de iluminación —varios focos están quemados— en el improvisado museo, donde también se muestran lienzos coloniales, se pueden observar hasta seis mantos de distintos tipos de telas y colores, donde lucen dorados bordados artesanales que datan de los años 60 en adelante.

Colanes, cinturones de campaña, armaduras, botas... El ornamento militar característico del cuerpo de Caballería se muestra, asimismo, en el resto de vitrinas.

Entre lo expuesto, destaca el traje

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militar de gala número cinco, donde resaltan tres estrellas doradas que certifican que el Tata Santiago ostenta el grado de General de División, otorgado oficialmente por las Fuerzas Armadas el 2005.

Con todo, la carrera militar del patrono del Arma de Caballería estuvo en peligro en los años 70, cuando el general Juan José Torres dispuso que el santo ascendiera al grado de Coronel. Ese mandato, sin embargo, no fue acompañado de una resolución oficial, por lo que el ascenso no se llevó a cabo.

Ante este hecho, algunos comunarios de Guaqui señalan que el Tata Santiago castigó al militar haciéndole perder su mandato presidencial en 1971, año en el que Torres fue derrocado por un golpe.

Y no fue hasta el 2004, con el impulso del padre Justino Limachi y los oficiales del Regimiento Lanza, que el santo obtuvo de forma oficial el grado de General de Brigada, en un acto donde la imagen vistió sus mejores galas militares y recibió sus dos estrellas de oro.

“Semejante personalidad merece un hogar que esté a la altura de su investidura”, expresa el padre Justino, quien impulsó la restauración de parte del patrimonio artístico del templo Apóstol Santiago, declarado Monumento Nacional.

De esta forma, aunque el proceso es costoso, el párroco elabora ya, junto al Viceministerio de Cultura, un proyecto para salvar los tesoros, pues gran parte de los más de 60 lienzos coloniales del templo, por ejemplo, se hallan abandonados y la estructura física de la iglesia —construida en el siglo XVII— muestra deterioro por la humedad.

Sólo morenada para el Tata

Tres días dura en Guaqui la fiesta en devoción al Tata Santiago, cuyo rostro es lavado durante esos días con clara de huevo. Del 23 al 25 de julio miles de personas reafirman la fe a su patrono. Y la mayor parte lo hace bailando, pero no cualquier danza, ya que el santo sólo disfruta con las morenadas.

“En una ocasión, una comparsa de negritos

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de Tiwanaku quería bailar, pero se volcó su bus. Otra comunidad, por su parte, trajo kallawayas, y su camión se plantó en medio del camino... El Tata no acepta otra cosa que no sea la morenada”, asegura Daniel Chipana.

Y es esa la danza que domina cada año la celebración religiosa, donde cerca a una decena de comparsas de morenos renueva su fe bailando por las calles de Guaqui.

Antes, sin embargo, era diferente. La autoridad edil recuerda que la música nativa era la que despertaba al santo el 24 de julio con zampoñadas, mientras las mujeres campesinas dedicaban al Tata Santiago canciones en aymara.

Hoy, esas tradiciones han dado paso a una estilizada entrada folklórica y a la realización de suntuosos prestes. Pero el atractivo mayor tiene lugar cada año en la laguna 25 de Julio, donde los devotos y los bailarines cruzan sus aguas en balsas de totora desparramando a su paso sus ofrendas.

Uno de los que nunca falta al acto es José Acarapi, de 62 años, un devoto peruano que viaja siempre junto a toda su familia desde Puno para agradecer al adorado santo.

“Hace un tiempo los médicos me diagnosticaron un cáncer terminal. Un día, desesperado, entré al templo y le pedí al tatita que me salvara... Y aquí estoy, ¡vivo!, luego de 10 años”, explica emocionado.

Y es que el Tata Santiago puede ser renegón y exigente, pero para sus devotos lo más importante es que es milagroso. Lo confirma así el interior del atril, forrado con paño azul, donde descansa otra réplica del adorado santo. Allí, como una alfombra multicolor, se esparcen fotografías de sus fieles y miles de papelitos con escritos pedidos y agradecimientos por lo concedido.

Con todo, y como más vale prevenir, la cúpula de la iglesia —que en 1958 sufrió un voraz incendio por la descarga de relámpagos durante una tormenta— ahora cuenta con un enorme y estirado pararrayos, sólo por si al Tata Santiago algún día le da por enojarse.
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