Madres bolivianas buscan en la repostería una alternativa a la calle

Jóvenes madres bolivianas que durante parte del día desempeñan diferentes trabajos al raso han encontrado en un proyecto de repostería impulsado por la fundación Hormigón Armado.

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Jóvenes madres bolivianas que durante parte del día desempeñan diferentes trabajos al raso han encontrado en un proyecto de repostería impulsado por la fundación Hormigón Armado.

El proyecto busca ser una alternativa laboral para poder dejar las calles y vislumbrar un "dulce" proyecto de vida junto a sus niños.

Una parte del día lustran calzados, venden dulces en las carreteras de La Paz o limpian parabrisas de los coches, pero desde finales de 2015 compaginan esos trabajos con formación en cocina y repostería, con el fin de dejar atrás el duro trabajo sobre el asfalto.

En la sala donde se fabrican las galletas, una mesa se tambalea mientras algunas mujeres amasan y, con un molde, recortan los dulces, que meten en bandejas a un horno donado por la ONG Save the Children.

La estatal Empresa Boliviana de Almendra y Derivados (EBA) desempeña un importante papel dentro de esta iniciativa, ya que como parte de su política de responsabilidad social aporta la harina, azúcar y otras materias primas para elaborar las galletas, y compra la producción al taller.

El resto de la inversión, que ronda los 4.000 dólares, corre a cargo de Hormigón Armado a través de sus fondos propios y pequeños patrocinios y donaciones.

Las ganancias revierten en las catorce personas que trabajan en el proyecto, pero el objetivo es sobre todo la capacitación.

"Estas personas no pueden conseguir trabajo fácilmente", explica a Efe Manuel Castillo, de 28 años, que ejerce de facilitador de un proyecto que apunta a "respetar la dignidad de las mujeres", apunta.

Hormigón Armado trabaja desde hace diez años con personas marginadas que viven en la calle, en riesgo de exclusión o de salir de ella.

Si se alcanza la producción deseada, a través de este trabajo cada participante puede llegar a cobrar medio sueldo básico por veinte horas de trabajo a la semana, unos 120 dólares.

Castillo accedió a desempeñar su labor en el proyecto por sus estudios en cocina y repostería y recibe un salario por colaborar con la fundación.

"Es bueno para mí, yo también tengo dos niños", dice Castillo que lustra zapatos. Además canta hip-hop y grabó un vídeo con el apoyo de la fundación.

Una de las participantes en el proyecto de repostería es Karen Loaiza, que con 18 años y una hija de dos lleva dos años acudiendo a los talleres que la fundación organiza todos los sábados, y dos meses en el proyecto de repostería.

Mientras trabaja, la niña se queda en otro recinto del local, donde una mujer la cuida.

En la fundación, Karen ha recibido ayuda para sus estudios y el año pasado obtuvo su graduado de bachiller; quiere estudiar Derecho en la universidad, pero por el momento complementa la repostería con el trabajo en la calle.

"Vendo dulces en los carriles de la carretera, cuando paras en (el semáforo) rojo", explica.

Loaiza, su hija y su esposo, que también vende dulces y limpia coches en la calle, viven juntos en un cuarto.

Magdalena Chambilla, trabajadora social de la fundación, explica que lo importante para quienes participan en el proyecto es capacitarse, tener rutinas y cumplir horarios para familiarizarse con el trabajo formal.

Chambilla admite que aún tienen "un trabajo arduo", pero pone en valor que hasta ahora "treinta personas se han rehabilitado, personas que han crecido en la calle con el vuelo (la práctica de aspirar pegamento)".

En 2013, como resultado de las movilizaciones de los lustracalzados, el gobierno boliviano aprobó una ley por la que se declaraba el dos de diciembre Día Nacional del Lustrabotas.

Esa ley debía servir para garantizar el acceso gratuito a la salud para las personas que ejercen este oficio -el de la mayoría de beneficiarios de la fundación-, pero aún no ha tenido resultados.

Hormigón Armado es una de las pocas asociaciones que defiende abiertamente el derecho al trabajo infantil (regulado en Bolivia por una ley desde 2015), explica su directora, Gabriela Claros, quien precisa que "hay que mejorar las condiciones del trabajo mientras la situación no cambie".

"Hay niños que se sostienen con el trabajo y pueden estudiar", explica Claros, que considera que defender la abolición del trabajo infantil mientras no cambien sus condiciones estructurales es "hipócrita". EFE