El Tour vuelve a cruzar su historia con el Reino Unido

Con su salida en Leeds, la segunda en territorio británico, el Tour de Francia vuelve a cruzarse en el camino del Reino Unido en el momento en el que más glorioso parece el camino de los ciclistas de esa nacionalidad. 

El ciclista español Alberto Contador, del equipo Tinkoff Saxo. Foto: EFE
El ciclista español Alberto Contador, del equipo Tinkoff Saxo. Foto: EFE

Con su salida en Leeds, la segunda en territorio británico, el Tour de Francia vuelve a cruzarse en el camino del Reino Unido en el momento en el que más glorioso parece el camino de los ciclistas de esa nacionalidad. 

El Tour comenzó en 2007 en Londres y el éxito popular registrado en las calles de la capital británica llevó a los organizadores a apostar por el norte del país, el apacible y verde condado de Yorkshire, que acogerá las dos primeras etapas. La tercera se celebrará entre Cambridge y Londres, antes de saltar de nuevo al continente.

Es también un premio al dulce momento que vive el ciclismo británico. Bradley Wiggins se convirtió en 2012 en el primer ciclista de esa nacionalidad que ganaba el Tour de Francia, completando la historia de unos pioneros que, hasta hace pocos años, eran poco habituales en la centenaria prueba.

Chris Froome, aunque nacido en Kenia, tiene nacionalidad británica y siguió sus pasos el año pasado, lo que le permitirá salir con el "1" en el dorsal que, además de defensor del título, le acredita como principal favorito.

Antes de que ellos probaran las mieles de la victoria, otros ciclistas procedentes de las islas se habían lanzado a las carreteras del Tour.

Charlie Holland fue el primero de ellos. Especialista en la pista, escuchó hablar del Tour y se inscribió en la prueba en 1937 junto con Bill Burl, aunque lo hicieron, obligados por la organización, en un equipo que englobaba a todo el imperio británico, en el que también estaba el franco-canadiense Pierre Gachon.

Ninguno de ellos logró terminar aquella edición en la que se impuso el francés Roger Lapébie.

Tuvieron que pasar 18 años para que un británico dejara un rastro real en el Tour. En 1955 Brian Robinson se convirtió en el primer británico en completar una edición, gesta que completó tres años más tarde con la primera victoria de etapa de un súbdito de su majestad.

Robinson alcanzó una gran popularidad, estrella del equipo Hercules, que tenía como objetivo que una formación británica participara en el Tour.

Aunque hasta los 60 el ciclismo británico no contó con una verdadera estrella, algo que consiguió el particular Tom Simpson, un ciclista atípico, de modales "british", tocado con un bombín, clasicómano de renombre que se forjó un palmarés y que llegó a ganar el Mundial de 1965 en San Sebastián.

En el Tour vivió alegrías, fue el primer británico de amarillo en 1962, pero en sus carreteras encontró la muerte el 13 de julio de 1967, en las rampas del temible Mont Ventoux, víctima del calor y de las anfetaminas que había consumido la víspera.

Su compañero de equipo Barry Hoban recogió el testigo tras la muerte de Simpson. En la bici y en la vida, porque se casó con su viuda. En once participaciones, entre 1964 y 1978, consiguió ocho victorias de etapa, lo que le convirtió en el británico más prolífico hasta la emergencia de Mark Cavendish.

En paralelo, Michael Wright consiguió tres victorias de etapa en la década de los 60.

Hubo que esperar a los años 80 para que un británico destacara en la montaña. Fue el inclasificable Robert Millar, escalador singular que logró en 1984 el cuarto puesto en el Tour, la mejor clasificación de un británico hasta la llegada de Wiggins.

Millar no encontró su sitio en el pelotón y sus modos particulares, su alimentación vegetariana y su forma de correr fueron muy comentadas. Logró tres victorias de etapa y fue el primero de su país en enfundarse en París el maillot de rey de la montaña.

Diez años más tarde, Sean Yates emergió al frente de una generación de ciclistas gregarios que salían del Reino Unido. Su esfuerzo fue recompensado en 1994 con un maillot amarillo.

Ese mismo año apareció en el Tour Chris Boardman, un ciclista procedente de la pista que se especializó en los prólogos y que ganó tres en la ronda gala, lo que le valió otros tantos jerseys amarillos.

En su estela apareció David Millar, cuya historia marcó el Tour de Francia por otros motivos. El ciclista escocés formaba parte del equipo Cofidis en el que la policía descubrió una trama organizada de dopaje.

Confeso, Millar simboliza la figura del arrepentido y ahora, todavía en el pelotón, se ha convertido en el apóstol del ciclismo limpio. Entretanto, suma tres triunfos de etapa, el último en esta edición.

Hasta la emergencia de Wiggins y Froome, el ciclismo británico tenía una estrella inconfundible en el Tour: Mark Cavendish, considerado el mejor sprinter de la historia y que en la ronda gala suma 25 triunfos. A sus 29 años, el ciclista de la isla de Man todavía espera seguir sumando victorias. Quizá en su propio país. EFE

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