Domitila Chungara, se va dejando huella en la historia política del país
Miércoles, 14 / Mar / 2012
(PIEB)
Domitila Barrios de Chungara fue más conocida por el apellido de su ex esposo, irónicamente aquel del que se separó por su actitud machista frente a una mujer que se había revelado contra la opresión política de los gobiernos militares. Domitila murió la madrugada del 13 de marzo aquejada por un cáncer, dejando una huella profunda en la historia política del país.
El antropólogo Xavier Albó, que estuvo junto a ella y otras personas en la huelga de hambre que derrocó al gobierno militar de Hugo Banzer, recuerda que el Comité de Amas de Casa de Siglo XX se constituyó en la contraparte femenina de las luchas sindicales de los mineros en los años 60.
“La obra que te dice todo y que vale la pena que la vean es ‘Si me permiten hablar…’, de Moema Viezzer. Ahí se ve toda una historia de lucha permanente, con o sin democracia, porque los problemas de las minas ocurrían tanto en momentos de democracia formal como en momentos de gobiernos militares. El Barrientos fue un desastre en las minas, provocó la masacre y queda reflejada en esta película La masacre de San Juan, ella estuvo muchas veces presa, (era) ¡hiperterca, hiperterca!”, dice Albó.
A fines de 1977, cinco mujeres mineras llegaron a La Paz con la idea de iniciar una huelga de hambre para tener una verdadera democracia en el país, una democracia que respetara la existencia de sindicatos y que permitiera el retorno de los exiliados. Cuatro mujeres ingresaron en la huelga y Domitila permaneció fuera haciendo el trabajo político de contacto con otras organizaciones, como la Asamblea de Derechos Humanos.
Así fue como, recuerda Albó, se armó un piquete de huelga puente que estuvo formado por ella, sacerdotes católicos y miembros de la Asamblea de Derechos Humanos, un piquete que tenía el objetivo de replicar con su ejemplo a todo el país. “Esto sí fue clave para el retorno a la democracia, no era sólo la pelea de las mujeres mineras, sino la pelea nacional de acabar con los siete años de la dictadura de Banzer; y como que, lo lograron”.
La historiadora Magdalena Cajías destaca la autoidentificación de Domitila con la lucha de los obreros mineros, su participación dentro del Frente Revolucionario de Izquierda (FRI) que seguía la línea del marxismo-leninismo y su casi desconocido vínculo, “clandestino” con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
La consecuencia de sus ideas
la llevó a romper con el FRI, cuando este partido transó un acuerdo con el Movimiento Nacionalista Revolucionario. Cajías recuerda que Domitila no era la típica feminista con planteamientos que actualmente se podrían identificar como de equidad de género. Y es que en México en 1975, donde fue invitada por Naciones Unidas para participar de la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, llamó la atención cuando planteó que las mujeres mineras en su país querían luchar junto a sus compañeros contra un mismo opresor, no contra sus compañeros.
“Ella mantuvo siempre esa visión de que es importante que la mujer salga adelante, pero no en contra del hombre, sobre todo en la condición de clase social obrera… Consideraba que hay otro tipo de opresiones que se pueden compartir, en este caso con los varones, como es el sistema de la condición de clase minera”, dice Cajías.
Igual, Domitila tenía una conciencia alta sobre la condición de las mujeres de las clases empobrecidas del país. Aquí un testimonio recogido en el libro de Moema Viezzer:
(…) Un día se me ocurrió la idea de hacer un cuadro. Pusimos como ejemplo el precio del lavado de ropa por docena y averiguamos cuántas docenas de ropa lavábamos por mes. Luego el sueldo de cocinera, de niñera, de sirvienta. Todo lo que hacemos cada día las esposas de los trabajadores, averiguamos. Total, que el sueldo necesario para pagar lo que hacemos en el hogar, comparado con los sueldos de cocinera, lavandera, niñera, sirvienta, era mucho más elevado que lo que ganaba el compañero en la mina durante el mes. Entonces en esa forma nosotras hicimos comprender a nuestros compañeros que sí, trabajamos y hasta más que ellos, en cierto sentido. Y que incluso aportábamos más dentro del hogar con lo que ahorramos. Así que, a pesar de que el Estado no nos reconozca el trabajo que hacemos en el hogar, de él se beneficia el país y se benefician los gobiernos, porque de este trabajo no recibimos ningún sueldo.
Y mientras seguimos en el sistema actual, siempre las cosas van a ser así. Por eso me parece tan importante que todos los revolucionarios ganemos la primera batalla en nuestro hogar. Y la primera batalla a ganar es la de dejar participar a la compañera, al compañero, a los hijos, en la lucha de la clase trabajadora, para que este hogar se convierta en una trinchera infranqueable para el enemigo (…).