Indígenas de la Chiquitanía piden permiso a la iglesia para divertirse en Carnaval

Indígenas de las comunidades misionales le piden permiso a la Iglesia Católica para divertirse los días de Carnaval, y perdón por los excesos cometidos durante los días festivos.

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Indígenas de las comunidades misionales le piden permiso a la Iglesia Católica para divertirse los días de Carnaval, y perdón por los excesos cometidos durante los días festivos.

Estas costumbres son parte de las tradiciones religiosas y culturales que datan del periodo republicano, afirma el historiador e investigador Raúl Landívar Justiniano, más conocido como el ‘profe’ Famín.
 
El estudioso especializado en la cultura chiquitana, señaló que el Carnaval Chiquigtano se desarrolla en dos ámbitos; el mestizo, con participación de la población citadina y pueblerina, caracterizado por la entrada de comparsas, la elección de reina carnavalera, el consumo de bebidas alcohólicas y la comida tradicional como la patasca y churrascos; y el indígena, con más sentido religioso que festivo, rico en rituales y costumbres que datan del periodo republicano.

“En el caso del carnaval indígena cambia el sentido porque lo hacen con un sentido más religioso que festivo”, afirma.

Según el ‘profe’, las comparsas indígenas se distinguen de las otras porque salen a bailar por las calles al ritmo de la orquesta típica chiquitana; con la flauta de tacuara, tambor y maracas, que marcan tonadas de la tamborita, “su son es totalmente diferente a los toques de las bandas que prevalecen con la chobena aguililla, preponderantes del carnaval de Santa Cruz o el taquirari porque es una música muy característica de la rueda grande, que es una especie de chobena un poco más lenta y ceremoniosa”, dice.

Al son de la chobena ceremoniosa –señala el historiador- los indígenas carnavaleros se preparan para rezar y pedir perdón a la iglesia porque “están conscientes de que se divertirán durante los tres días de carnaval (sábado, domingo y lunes), y cometerán pecado contra Dios al olvidarse de él y de la virgen María durante la festividad, por también por beber, bailar y cometer excesos.

Landívar explica que dentro del periodo de Carnaval, los indígenas destinan el día martes -al cierre de los festejos- para dirigirse a la iglesia de donde retiran el estandarte del cabildo indígena y salen bailando en la rueda grande, con protagonistas como los lanceros, los encargados de las banderas y las agrupaciones de las autoridades indígenas, seguidos de la población, para luego dirigirse a Betania, un sitio ritual que cuentan todos los pueblos misionales chiquitanos.

“El cura, lo único que hace es permitirles que saquen de la iglesia las banderas y las lanzas y el estandarte indígena, que todo el año está en el museo de la iglesia, al lado de la virgen. El indígena es el más religioso porque es autorizado por el cura que les da permiso a salir a divertirse pero con moderación, pero hay muchas exageraciones, sobre todo porque hay la creencia que es chiquitano es borracho por naturaleza", señala.

La rueda grande es encabezada por los cuatro caciques que llevan las banderas de la iglesia católica de color rojo y amarillo, dos banderas con la cruz de Cristo y con la cruz de San Andrés, detrás de ellos van los abanderados que son cuatro caciques con lanzas de tacuara vestidos de blanco y flechas, les sigue el cacique general portando su bastón especial que tiene la tacha de oro, y detrás de él, doce miembros del cabildo que bailan al son de la chobena. Detrás de todo este grupo se colocan en media luna los varones y al final, las mujeres.

Betania según explica el investigador, también es el destino de Jesús después de la procesión del Domingo de Ramos, y es ahí, donde el martes de carnaval, los indígenas piden perdón por los excesos cometidos días previos y realizan un ritual simbólico y jocoso, donde el cacique del cabildo une en matrimonio ficticio a aquellas parejas que “lograron entenderse” durante las fiestas. “Les pone una guirnalda, una enredadera y ofrece discursos que pretenden hacer reír a todos los concurrentes”.

Por tradición todas las comparsas de la población acuden a los rituales de Betania, donde se baila la rueda grande, tras la cual se comienza un juego en el que todos participan y donde nadie sale limpio, se trata del embarre. “A eso se le llama el día de la cochinera porque todos terminan cochinos, no se respeta a nadie prácticamente, y sigue la fiesta todo el día hasta promediar las 17:30 a 18:00 que se realiza el entierro del carnaval”, dice.

Con el entierro del carnaval simbolizado por el entierro en barro de un representante por cada comparsa, terminan los festejos de carnaval, y el mismo día los indígenas devuelven todo lo que sacaron de la iglesia, y se preparan para la cuaresma con el arrepentimiento previo.

El origen del carnaval en la Chiquitanía, data según Landívar, data del periodo republicano, cuando los chiquitanos ya conocían diferentes danzas aprendidas por los jesuitas que se representaban para la fiesta grande de Corpus Cristi y la fiesta de la Virgen de la Candelaria, y es cuando los cruceños citadinos llevan el carnaval a la chiquitanía y se fusionan las celebraciones.

Fuente: PIEB

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