Pory Orko, el restaurante potosino que gira

Turismo - Lunes, 15 / Dic / 2003
 
(La Paz - La Razón)

Bolivia.com
Desde su cima es posible ver todas las atracciones de la Villa Imperial, desde el Cerro Rico hasta la cancha de fútbol Mario Mercado. Funciona como un reloj.

En Potosí, a 4.200 metros sobre el nivel del mar, se levanta, a 48 metros del suelo, uno de los restaurantes giratorios más altos de Latinoamérica. El lugar ha sido bautizado como el Pory Orko (Cerro Rico).

La Empresa Boliviana de Construcciones (Emboc) se encargó del trabajo. En un comienzo, recuerda su propietario Eduardo Olivo Vargas, la Alcaldía decidió levantar una obra de las dimensiones del Cristo de la Concordia cochabambino. Sin embargo, a sugerencia de Emboc, se cambió la estatua por un restaurante giratorio. Aquello provocó cierta molestia en la comuna. Empero, contra viento y marea se empezó la construcción. “Hubo días en que los obreros trabajaban bajo lluvia y colgados en las alturas. Pero, gracias a Dios, no sufrieron ni un rasguño”, recuerda Silverio Escalante, capataz de obra. “Son mis hombres araña”, aclara jocoso Olivo.

Para la construcción del gigante de Potosí se requirió 3.500 bolsas de cemento y más de 6.500 kilos de hierro. Al estar sobre una colina, su estructura de 16 metros de diámetro tiene como base a la piedra del mismo cerro. Encima se colocó piedra de loza radier y sobre ésta se levantaron nada menos que ocho columnas.

Pese a esto, al permanecer en el mirador de la torre la sensación de movimiento atrapa a los visitantes. Esto sumado al viento feroz que sopla en las alturas de la Villa Imperial hace asustar un poco. Pero, el miedo de otros provoca en Eduardo Olivo una blanca sonrisa. “El Pory Orko es una construcción a prueba de vientos huracanados”, asegura y sus ojos claros se pierden en el horizonte de Cantumarca, la cárcel potosina.

Girando con el reloj
Desde la torre, el horizonte potosino parece un cuadro de Pérez Alcalá que va girando. Es que el Pory Orko se mueve. Fue construido para que pueda rotar. Las 24 ruedas que están en su armazón permiten que el mirador pueda imitar las manecillas de un reloj. Así cada segundo un imperceptible golpe recorre la estructura hacia la derecha. En una hora el visitante cómodamente sentado puede observar el Cerro Rico, la carretera hacia Oruro, la prisión de Cantumarca, el estadio Mario Mercado, la urbe potosina y otra vez la inmensidad de la montaña.
El Pory Orko se encuentra a 10 minutos del centro potosino. Actualmente no hay ningún micro o minibús que llegue al lugar. Sólo los taxis ofrecen sus servicios de transporte por seis bolivianos.
Ubicado al este de la urbe, es posible divisar su cúpula desde todos los rincones de Potosí.

En aquellas alturas la temperatura varía en relación a la urbe. Durante el día, cuando el cielo está limpio, da la impresión de que uno está en un valle templado, pero por las noches, el termómetro sólo se acerca a los cero grados.
Los visitantes pueden acceder a las dos plantas cubiertas por una alfombra azul. En la primera funciona el restaurante y en la segunda descansa el mirador, ambas están conectadas por un ascensor. Pero para aquellos que prefieren caminar, tienen en los 250 escalones revestidos con mosaico una alternativa. Los visitantes también cuentan con cuatro sanitarios, dos en cada piso.
Con las manos apoyadas en el vidrio, Olivo recuerda los inicios de la obra hace un año. Con su tranquilo carácter pudo soportar las críticas de un sector de la comuna potosina que exigía resultados inmediatos. “Me pidieron algo imposible, que culmine esta obra en 240 días. Sólo construir el camino de Potosí hacia aquí me llevó seis meses”. Ahora tiene motivos para estar alegre.

El 20 de noviembre las puertas del Pory Orko se abrieron para las autoridades de la Villa Imperial. En la ocasión, Olivo presentó su obra a más de 250 personas.
La inversión total de la Alcaldía potosina es de dos millones 250 mil bolivianos. Luego de tres meses de entrega de la obra, los beneficios del restaurante serán para la comuna potosina.
La Alcaldía deberá encargarse de la administración del restaurante. De lo contrario, podría dar en concesión la obra a otra empresa que se responsabilice de la administración del Pory Orko.
Hasta que eso suceda, el equipo de Emboc continúa con algunos ajustes a la torre. En el techo se revoca con yeso algunos sectores y se perfecciona el sistema de rotación. “Todo debe estar funcionando como un reloj”, dice Olivo.

El orgulloso ingeniero observa el horizonte celeste desde su mirador. A sus 75 años pudo construir uno de los restaurantes giratorios más altos de Sudamérica. Cuando se le consulta cómo se siente, él responde tranquilo: “Bien. Me hablaron para hacer algo similar en el Salar de Uyuni. Vamos a ver cómo está la cosa...”.
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