El carnaval de Oruro, sus ritos y dentro de ellos, la Diablada

Carnaval 2004 - Martes, 27 / Ene / 2004
 
(La Razón)

Bolivia.com
FERNANDO MONTES, antropólogo

La fiesta, a diferencia de otras carnavaleras del país, no es solamente de diversión, sino ritual de iniciación, particularmente el sábado de carnaval.

Véase el rito: los danzarines descienden al subsuelo o socavón, donde está la Virgen —antigua divinidad Uru de quien se dice enseñó a los chipayas a cultivar la tierra y otros secretos y que se convirtió en Virgen durante la Colonia—, ante quien se hace una promesa y para quien se baila. Y los que bailan están vestidos de diablos, una versión moderna del dios Huari o dios de la rebelión, potencia vinculada con las serpientes, los volcanes y los terremotos.

Cuenta el mito que Huari se enamoró de la Ñusta y la persiguió tratando de dominarla. Hubo una pelea y ella lo detuvo. Entonces él le envió plagas de serpiente, sapo, lagarto y una legión de hormigas que la Ñusta venció petrificándolos.

A ella se la asocia con la estrella Venus de la mañana o la Aurora y Huari es el Tío de la mina.

Para representar esa lucha se baila la Diablada que en su sentido original no tiene nada que ver con el diablo cristiano, sino con una divinidad que cuida de los tesoros del subsuelo y los ofrece a los humanos. Estos representantes de Huari se dirigen hacia la Ñusta (la Virgen del Socavón). Bailan todo el día sábado y hacen vigilia hasta el amanecer del día siguiente. Cuando asoma Venus en el cielo, todas las bandas tocan al mismo tiempo y el clima sube hasta llegar al paroxismo, cuando la gente se une y baila como un solo cuerpo: todos son iguales, gringos o nativos, hombres o mujeres, pobres y ricos; todas las barreras se han borrado.

La versión oficial habla de una lucha entre el bien y el mal. Y pone a unos cuantos arcángeles en esa lucha que supuestamente rinde a los diablos. Pero hay que leer quién tiene el peso real, desde el nombre de la danza que tiene que ver con los representantes de Huari, no con los personajes católicos que se han aceptado como una concesión para burlar a la censura religiosa. La Virgen (Venus o Aurora) no “vence”, sino que baja también al subsuelo luego de iluminar a la gente y hacer que se una.

Huari tenía su culto en el subsuelo, como lo tiene hoy el Tío. Era el dios rebelde y el revivir el mito es también una forma de rebelarse. No en vano el sector minero ha sido siempre el más subversivo. No en vano ha sido en el subsuelo, en torno al Tío, que se han planificado muchas de las revueltas. Huari no es, como ya se dijo, el malo. Más bien beneficia a quienes le respetan. Representa, eso sí, la oposición al poder establecido, a los que pretenden ejercer un dominio. Por eso, luego de la nacionalización de las minas se multiplicó el culto. Esa oposición al poder, a la religión católica, se veía en la prohibición de que un cura ingresara al lugar donde se encuentra el Tío, so pena de que el dios se enoje y haga perder la veta de plata. Tampoco ingresaban las mujeres, pues su esposa, la China, se ponía celosa y escondía las riquezas. Algo más: los diablos están asociados a la serpiente (karati en aimara, amaru en quechua). Es decir, están asociados al símbolo de la rebelión indígena. La Diablada es también un rito de iniciación. Hay que descender (como Cristo o Mahoma) al subsuelo para salir, en el ritual del Alba, hacia la luz. Simbólicamente es un morir para renacer, como un cuerpo colectivo, una unidad mística”.
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