La diablada se coronó en la entrada más grande

Carnaval 2005 - Domingo, 06 / Feb / 2005
 
(La Razón)Miguel Vargas, enviado a Oruro

Serpientes flameantes, sapos, cóndores y melenas quedaron en el sueño. En silencio, cientos de demonios se pusieron de rodillas y avanzaron hasta la imagen de la Virgen del Socavón, patrona de la fiesta. Y es que la fe y la música son los motores que hicieron de la entrada del carnaval de Oruro un gran espectáculo multicolor.

"Tac, tac, tac", se quejaban los tacones sobre las losetas. Abriéndose paso entre las rejas de control, Tania Hinojosa agarraba con una mano el sombrero y con la otra al pequeño Bruno Rodríguez, para integrarse a la morenada de los Cocanis. La música le avisaba que había llegado tarde, pero una carrera arreglaría el percance.

Eran las 9.00 y, a pesar del retraso de muchos bailarines, las graderías ya estaban pobladas. Mientras los visitantes apresuraban los primeros sorbos de cerveza y la comida promovía sus aromas, unos 35.000 bailarines que conformaron los 47 conjuntos folklóricos, afilaban el ritmo para los tres kilómetros de recorrido por la ciudad de Oruro, que según expresó el alcalde Edgar Bazán superó este año el 500 por ciento de afluencia de turistas.

En la antesala, las comideras se instalaron desde la madrugada. Charque de llama, ranga ranga, chicharrón, tucumanas y sándwiches de distintos calibres rodeaban las puertas de ingreso, resguardadas por efectivos policiales, militares y civiles.

Un grupo de los Tobas Zona Sur llegó desde Cochabamba ese instante y se arregló en la calle. Wendy Guillén Rocha lleva tres años bailando por devoción a la Virgen. Ya estaba casi lista, le faltaba un detalle. Un compañero le ponía curitas en la espalda para que el tocado de plumas no la lastime mucho en el trayecto.

En los alrededores, las casas abrieron sus baños al público, cobrando un boliviano por el servicio. Incluso se instaló un puesto de maquillaje "al paso", donde los danzantes atrasados podían recibir algo de rubor por Bs 2.

En la pista, 6.000 músicos se dividieron entre todos los grupos. Su vestuario competía con el de los bailarines y no faltaron quienes se maquillaron el rostro. A pesar de ser una actividad generalmente masculina, las figuras de mujeres destacaron entre los instrumentistas.

El colorido latía en el vestuario. Mientras los barrilitos danzaban al ritmo de la morenada de los Cocanis, las figuras coqueteaban con el público, el cual luchaba por recibir, aunque sea a la distancia, un beso de las bellezas de cortas polleras.

A diferencia de otros años, el control fue mucho más estricto. Las barandas separaron definitivamente al público de los bailarines. Eso no evitó las tradicionales guerras de agua entre ambos lados de las calles y avenidas. Los primeros en sumarse al juego fueron los turistas extranjeros.

Con una sonrisa cautivadora, María Esmelia Troche se mueve al son de los Cocanis. Muy cerca está su mamá, Esmelia Palacios de Troche, quien siempre acompaña a su hija. "Estamos desde las 8.00. Venimos en devoción a la Virgen del Socavón. Mi hija baila desde los 13 años y va a bailar hasta que la Virgen quiera", dice la señora, mientras llueven piropos para su hija.

En el palco oficial está el alcalde de Oruro, Edgar Bazán. "Una vez más encontramos esta maravilla. Colorido, vestimenta y fe religiosa".

Pasa la mañana y los ánimos se aceleran. Las graderías se han convertido en pistas de baile y lo mismo da una kullawa, una morenada o un caporal. Todos danzan y saltan al ritmo de la alegría.

En la ropa destaca la presencia de al menos una figura que viste los colores nacionales. "Es para demostrar que queremos una Bolivia unida a través del arte", dice una danzante que muestra su destreza bailando sobre las imágenes que la Alcaldía pintó en el suelo.

Pero, sin duda, la reina de la jornada es la Auténtica Diablada de Oruro, envuelta en el esplendor de haber cumplido 100 años. Máscaras de hasta 60 kilos no son impedimento para que, de rodillas, los fieles cumplan su promesa a la Virgen y ofrezcan en su oración un último esfuerzo para la mamita del Socavón. Pero eso no es todo. La fiesta, recién comienza.
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