Pampa Aullagas. Vivir en la Atlántida perdida

Jueves, 05 / Ago / 2004
 
(La Paz - La Razón)
Bolivia.com

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Según el inglés Jim Allen, la ciudad de Atlantis estaba en el altiplano orureño. Pero los pobladores de la zona prefieren disfrutar de la IV Feria de Llamas y Quinua.

Subiendo la montaña, la curiosidad atrapa. El viento helado coquetea con la negrura de unas piedras que destacan entre amenazantes espinos. A un lado, los restos calcáreos hablan de la sal esparcida en aquella espalda de rocas. Y la sal quizá sea el residuo de un mar perdido. ¡Un momento!
La imaginación traiciona cuando se escuchan las historias de la Atlántida. Y el paisaje ayuda. Desde las alturas de Pampa Aullagas se ve un misterioso paraje cubierto de restos salinos, fumarolas con aguas burbujeantes que expulsan gases y un río que se sumerge caudaloso en la tierra y que, pasados varios kilómetros, vuelve a brotar.

Pero por el momento la leyenda no inquieta a los pobladores que laten en la provincia Ladislao Cabrera del departamento de Oruro. Todos sus afanes están concentrados en la IV Feria Regional de Exposición y Concurso de LLama, Gastronomía y derivados de la Quinua. Allí, las municipalidades de Pampa Aullagas y Salinas de Garci Mendoza mostrarán unidas su producción, pues es su forma de combatir la migración de los jóvenes.

Aun así, el enigma ronda por estos parajes, donde las historias de aparecidos atizan la caída de noches profundas en que se estampa un concierto de estrellas.

¿La antigua Atlantis?
Los documentos hablan. Según el cartógrafo inglés Jim Allen, quien basa sus estudios en las descripciones del filósofo griego Platón, Pampa Aullagas sería el epicentro de una civilización perdida hace unos 11 mil años: la Atlántida.

Platón escribió en sus trabajos Timaeus y Critias sobre un continente que tenía una civilización que habría existido en un punto distante del océano Atlántico opuesto al Peñón de Gibraltar. Lo bautizó como Atlántida y relató cómo se había hundido en el mar en un día y una noche.
La descripción de Platón concuerda con las características de Sudamérica, según Allen, quien ubicó a la ciudad capital de Atlántida en una pequeña isla volcánica, Atlantis. La ciudad estaba ubicada en una elevada planicie rectangular a unos nueve kilómetros del océano. La región se encontraba elevada sobre el nivel del mar.

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Para Allen, quien cuenta con seguidores en Pampa Aullagas, la que se hundió en el mar habría sido la capital que fue construida sobre una isla volcánica. Como evidencia quedarían las aguas del lago Poopó, que está ubicado sobre el borde de la planicie rectangular, el altiplano boliviano.

Allen realizó cinco expediciones para encontrar un lugar que coincidiera con la descripción de Platón. Lo halló en el municipio de Pampa Aullagas. En este sitio están todos los elementos mencionados por el filósofo: está en el centro de una planicie rectangular elevada a una distancia de 50 estadios (unos 192 metros) del mar; tiene piedras rojas, negras y blancas; hay manantiales subterráneos, tanto de agua fría como caliente; y hay un canal que desemboca en el borde del lago.

Además, el mito griego coincide con su par andino, la leyenda del Desaguadero, que habla de una ciudad que estaba ubicada al borde del lago Poopó que se hundió como un castigo de los dioses. ¿Coincidencia? No por nada Pampa Aullagas significa —en quechua y aymara, respectiva- mente— "planicie hundida".

La feria de Pampa Aullagas
Pero, ¿cómo se vive hoy en esa tierra mítica? Como en cualquier poblado del altiplano orureño, salvo que cuenta con una voluntad productora que se hace realidad en la Feria de la Llama.
"Yo soy Basilio Chaparro Calle. Tengo mis 27 años y mi llamita es la subcampeona", atisba una leve sonrisa en el rostro moreno. El blanco ejemplar no lleva nombre, pues participa en la categoría de raza q'ara, una llama que es valorada por su carne y que, por lo tanto, será sacrificada. "Me siento un poco medio orgulloso porque mi ganado ha sido campeón en esta feria. Soy de la comunidad de Carpata, aquí de Pampa Aullagas. A la feria yo traje 12 llamitas de la misma edad. Hay mucho futuro, son puras hembritas y estoy viendo que van a criar bien".

A pesar del viento, los rostros atentos de los pobladores expectan detrás de una reja que rodea a los ejemplares en competición. A sus espaldas, una cría de llama con pardo pelaje y enormes ojos es atraída por la muchedumbre y trata de meter a toda costa su cabeza para atisbar el espectáculo. Pero tal es la concurrencia y el apretujón que, luego de varios intentos, el animalito desiste y

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prefiere pasear con más soltura por la exposición de derivados de la quinua y de tecnologías del ayllu.

Allí, la gente se detiene en cada puesto de la feria en que se expone la variedad de productos que salen del cereal, como el pito, la harina, las galletas, las tortas, las sopas, los cocidos y un largo etcétera. Mientras, la llamita desfila tranquila por el stand del Centro de Acopio y Transformación y Comercialización (CAYTC) de carne de llama, donde se exhibe el tradicional charque, junto a los chorizos y las hamburguesas.

Junto al secador de charque está Genaro Almanza Isacayo, portando orgulloso la gorrita que identifica a esta feria con el símbolo de un samiri, una llama con su cría a los pies. "Yo soy agrónomo y técnico del Centro de Estudios para el Desarrollo de los Pueblos Andinos (Cedpan) Fundasen, una institución que está apoyando a esta cuarta feria regional, que ha sido organizada por los mismos productores de camélidos y quinua. La decisión de hacerla se tomó en un cabildo abierto donde todos participan".
La feria se realiza cada año y va de una comunidad a otra, que ejerce como pasante de la fiesta.

Toda la sociedad de Pampas Aullagas participa, incluyendo a la Prefectura de Oruro, mediante el proyecto Ganadería Competitiva y Sostenible y el proyecto Quinua Salinas, la Alcaldía de Pampa Aullagas y los promotores de sanidad animal. "El objetivo de esta feria es difundir el potencial ganadero y genético de la zona. Queremos mostrar a toda la nación y a todo el mundo el riquísimo valor de la llama". Pero no sólo hay camélidos en esta región.

La cultura de esta zona es muy particular y tiene sus riquezas, como la música autóctona.
"La música y la llama van casadas. El ganadero hace su música en el campo mientras pastan las llamas. En ese trajín se componen los más lindos temas, generalmente referidos a la llama".

El color de la música
Nadie sabe mejor de esto que el que elabora estos instrumentos. Junto a su colega Severo Lázaro, Teodoro Salas Mamani es el único constructor de tarkas que queda en el pueblo. Su casa, tejida de adobe, aguarda el 9 de noviembre para festejarle el cumpleaños 60. Teodoro se sienta en la puerta y pacientemente se pone a trabajar con la madera del tarco.

La

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materia prima la trae desde Sucre, donde se queda por el lapso de una semana para reunir la cantidad suficiente. Un tronco le alcanza fácilmente para hacer una tarka grande y otra mediana.
El precio depende del tamaño, por lo que hace instrumentos de viento que cuestan desde 15 a 60 bolivianos. "A mí me compran en el pueblo y llevan a la feria de Challapata. Tengo un aprendiz, mi sobrino Zenón. Tiene interés".
Aprendió a construir tarkas a los 15 años, pero sólo las hace por temporadas, pues no es un instrumento que se toque a diario. Sus tonadas están reservadas para enero y se toca hasta el Carnaval.

"En un día puedes estar haciendo. Primero hay que agujerear, con un fierro grueso caliente hay que pasar, luego se utiliza la broca. Después hay que pasar con grasa. Luego viene todo el cepillado, hay que arreglarlo. Mucho cuidado hay que tener, porque si no sale bien, no hay venta".

La familia de Teodoro depende ahora de su arte. Y orgulloso de su oficio, Teodoro reúne a sus cinco hijos y a su esposa para pasar a la posteridad en una fotografía.

El misterio continúa
Si bien la cultura y la producción caracterizan a Pampa Aullagas, su mística es la que atrae a investigadores y turistas. Desde las alturas se ve el río Orcojahuira que cruza el horizonte y se pierde en un paisaje salino. Kilómetros después surge con el mismo caudal. Las rocas de la zona tienen ligeras perforaciones, como si se tratara de una extraña colonia de corales, con formas que delatan la presencia de agua hace miles de años.

En el camino se encuentran las fumarolas, pequeños depósitos de agua que parecieran hervir con la expulsión de vapor y gases. Algunas son cristalinas y otras turbias, con un marcado olor a azufre. Alrededor están algunos cadáveres de aves y anfibios que tuvieron la osadía de acercarse a sus aguas, aunque las llamas y las ovejas beben sin que les pase nada.

Llega la noche y compartiendo en la mesa común, los aullagüeños conversan esperanzados sobre la gente que quiere regresar a su tierra al ver tanta productividad. Y a la descuidada, la leyenda de la tierra perdida regresa de nuevo a la tertulia con los cuentos de la viudita, el kari kari y los demás espectros que deambulan por ahí. Pero esa es otra historia.
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