Los amores y desamores de Norma Merlo

Cultura - Jueves, 20 / Ene / 2005
 
(La Paz - La Razón)
Bolivia.com
La actriz argentina llegó a Bolivia en mayo de 1975. La trajo un joven de 23 años que le aseguró que tenía 38 para poder conquistarla.

De la estación La Dulce, del pueblo argentino Nicanor Olivera, se llevaron a Norma rumbo a Necoechea. Tenía seis años de edad y nunca más volvería a esa tierra que la vio nacer y de la que supo sólo por referencias.
"Son seis años que borré completamente de mi memoria.

Alguna vez, cuando me hicieron una regresión, el psicólogo me dijo que es un vacío que ha pesado en mi vida… Es una carga no saber quién soy, el sentir que no tengo raíces".
A Norma la criaron la partera Catalina y su hija Carmen, quien se convirtió en su hermana mayor. Ellas le dieron el cariño que la madre decidió quitarle.

¿Y lo de Merlo, Norma?
"Es el apellido de la mujer que me tuvo allá en el 34. En mi partida de nacimiento decía madre: Alcira Merlo; padre: desconocido"…
Los recuerdos que sí están en la memoria de Norma Merlo son los de la niñez en Necoechea, donde creció estrechamente ligada a Carmen, su hermana mayor, "que se desvivía por mí".
Traviesa, inquieta, la pequeña Norma difícilmente tenía amiguitas. "Les rompía los juguetes, así que no me llevaba bien con ellas". Prefería ir a cazar pajaritos con los chicos. "Me vestía como hombre y paraba en los lugares que dejaban los circos o los gitanos, a ver si habían olvidado algo".

¿Actuabas ya en la escuela?
"Me gustaba actuar, siempre hacía payasadas". Claro que las maestras preferían que las niñas recitasen, "y yo me sabía las poesías, pero a mí nunca me elegían… Era negrita, era fea, pero sobre todo armaba cada despelote".
A los 18 años, la inquieta joven, "y mala estudiante", quería, como mucha gente de la provincia, irse para Buenos Aires. Así que, con el argumento de seguir estudiando en la capital, hizo su segundo salto hacia un lugar nuevo, aunque esta vez sola.
"No estudié, ¿sabés? Tuve que ponerme a trabajar".
En todas partes le pedían referencias, experiencia, "y yo no tenía nada, pero me coloqué en un laboratorio de drogas medicinales".
La muchacha espigada y alta recibió la misión de envasar pastillas en tubitos. "Yo era terrible, siempre de joda". Las empleadas se organizaban por mesas, junto a una capataza. "A mí me gustaba mucho una artista, Lolita Torres (la madre de Diego Torres), así que me la pasaba cantando sus temas". A los tres meses la despidieron. Y por ese tiempo falleció Catalina.

El segundo empleo lo consiguió en una farmacéutica de penicilina. "Me tocó armar cajas. No hablaba ni cantaba y, mirá vos lo que son las cosas, el capataz, un viejo español, y su hijo me llamaron un día para decirme que apreciaban mi dedicación y me ascendieron".
Un llamado de su hermana Carmen la hizo volver a Necoechea "y dejar mi buen empleo". Pero ya el bichito de la capital había anidado en la joven, así que convenció a su ser por entonces más querido para que la dejase seguir su camino.

¿Cuándo te hiciste actriz?
De vuelta en Buenos Aires, un golpe de suerte la ubicó en la empresa estadounidense Standard Electric, en la sección Caja. "Volví a las andadas, no estaba seria en el trabajo, yo era la que organizaba despedidas, fiestas… Un día, me caí con estrépito y el jefe se asustó, pero cuando me vio volvió al trabajo diciendo: 'Ah, la Merlo'".
Allí se quedó Norma 19 años. Y comenzó a actuar, pues en los últimos años de auge de la empresa y con el fin de acercar a los obreros, los ejecutivos decidieron abrir espacios de danza y actuación.

"Me anoté en seguida en teatro y el instructor —un flaco, rubio, desteñido— nos dio a leer Prohibido suicidarse en primavera (Alejandro Casona)". Lo que era un juego para el resto, Norma se lo tomó, por vez primera, muy en serio. El muchacho llamó a todas las chicas para decir el texto de la enfermera Alicia. "A mí no me llamaba, pero yo anotaba todo lo que les decía a las otras". Ya cansado, el instructor decidió probarla a ella. Al terminar el parlamento, "el hombre estaba rojo de emoción".

¿Y el amor, Norma?
Fue esta experiencia la que le permitió a la actriz en ciernes conocer a su primer enamorado. Se llamaba Alfredo y pasó a dirigir al grupo. Norma destacaba y le encomendó un monólogo. "Lo representé, pero una chica que estudiaba actuación me vio y me dijo que el monólogo es la última etapa para una actriz; y no lo hice más sino hasta que trabajé en Bolivia, muy metida ya en el ambiente teatral".
El taller marchaba. Un día, un actor la vio trabajar, se le acercó y le dijo: "Tienes condiciones, pero eres un diamante en bruto". Le sugirió acudir a Nuevo Teatro, un espacio en la calle Corrientes dirigido por Pedro Asquini y Alejandra Boero.

"Viajaba a diario, al salir de la fábrica, en colectivo, tren y otro colectivo". Hizo papeles chicos, pero aprendió mucho junto a compañeros como Héctor Alterio. De hecho, Asquini la eligió para formar parte del elenco; pero sobrevino una división y "me fui con los rebeldes, de hecho me casé con uno; se llamaba Ricardo y era más joven que yo por nueve años y medio".
El matrimonio duró 30 meses y se acabó por cosas del teatro.

¿Cuándo aparece Pedro?
Ya con 40 años, Norma pasó a formar parte de una comunidad teatral integrada por Bruno Bert (hoy en México), su esposa Alejandra, Norma, su amiga Isabel y un boliviano llamado Pedro Susz.
"Pedro, interesado en el cine, no me daba ni la hora". Cuando Bruno le pidió que tomara fotos de la teatralización de los poemas de Prévert, se sintió desilusionado al no encontrar al fotógrafo al final de la función. Luego sabrían todos que el texto dicho por Norma, aquel de "Para qué la guerra/ para qué la sangre", había conmovido tanto al boliviano que tuvo que salir para no delatarse ante sus compañeros.

Desde ese día, Pedro se mostraba atento con Norma. "Hasta que un día, decí dónde se le ocurre ponerse cariñoso; casi nos entramos en la heladera que yo estaba limpiando".
La dictadura de los 70 en Argentina se endurecía. Las requisas, sobre todo a los artistas, menudeaban. "Si te digo de irnos a Bolivia, ¿aceptarías?, me preguntó Pedro". La pareja llegó a La Paz en mayo de 1975, luego de pasar sustos por la vigilancia estrecha que el régimen de Hugo Banzer tenía ordenada en el país. La familia Susz quedó sorprendida, pero Pedro le tenía reservada una sorpresa mayor a su compañera.
"Tocó renovar la cédula de identidad de Pedro. Quedamos en encontrarnos en el cine Monje Campero luego del trámite. Un joven con sólo un bigote me sonríe y yo no le reconozco". Él, que había dicho tener 38 años amparado en su frondosa barba, resultó no contar sino con 23.

La pareja se casó un buen día en la zona de Miraflores. Los familiares planificaban una fiesta, pero Pedro y Norma se adelantaron y eligieron una ceremonia sencilla, sólo con dos amigos de testigos. Luego comieron un plato de carne de cerdo en algún local muy cerca del estadio Siles.

Ella le dijo, desde el primer momento, a su esposo —a quien apoyaría en la construcción de la Cinemateca Boliviana, "quiero hacer teatro". Norma Merlo lo haría, contra viento y marea, ganándose, al cabo de 29 años, el título de la Dama del Teatro en Bolivia.
"Soy parte de este país. Aquí obtuve trabajo, conseguí papeles protagónicos y gané amigos". Uno de ellos es Carlos Mesa, el presidente de la República, que el 17 de noviembre del 2004 la invitó a Palacio de Gobierno para imponerle la Medalla al Mérito Cultural.
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