Rutas del Che, Cassidy y D’orbigny

Martes, 22 / Mar / 2005
 
(La Paz - La Razón)
Bolivia.com

Presione aquí
La cotidianidad se adueña cada día de las actividades de la gente de La Higuera, un pueblo tostado por el sol y mecido por los vientos en un paraje del este de Bolivia.

Pero esa realidad se ha tornando en otra muy distinta, pues un ilustre visitante, ya un fantasma, regresa de tanto en cuando para perseguir a sus habitantes. Es el mítico Ernesto Che Guevara, ícono revolucionario que vuelve una y otra vez al lugar donde encontró la muerte.
Recuperar los últimos latidos del guerrillero y sus columnas es una actividad en boga, por el esfuerzo conjunto de los gobiernos municipales, las comunidades indígenas, Care Bolivia y la inversión de la empresa privada. Estos han desarrollado un circuito histórico y cultural por los caminos que recorrió y reflejó en su conocido diario.
Como ésta, nuevas iniciativas buscan rescatar para el turismo rutas de personajes que, a su modo, han hecho historia en el territorio. Es el caso de los famosos forajidos norteamericanos Butch Cassidy y Sundance Kid o del naturalista francés Alcides D’orbigny.

Sobre los pasos del Che

"No sabíamos que era una persona importante cuando los soldados lo trajeron al hospital ese día —en octubre de 1967—. Sus ropas eran andrajos y su cuerpo estaba sucio", rememoraba para la BBC la enfermera Susana Ocinaga, que estaba de turno cuando el cuerpo ya inerte de Ernesto Guevara fue trasladado al hospital de Vallegrande.
Finalizaba allí una lucha que quería iniciar una revolución social. Y daba comienzo a la leyenda, un mito catapultado nuevamente por los vecinos de la zona, que han implementado varias rutas turísticas en 36 meses. "Ahora no sólo están involucradas Vallegrande y La Higuera, sino que lugares como el Vado del Yeso —donde encontró la muerte la primera columna del Che, aunque él no estuvo allí— han sido incluidos en la propuesta, un proyecto puesto en marcha en octubre del 2004, que beneficia sobre todo a las comunidades", dice Patricia Monje, gerente de comunicación y mercadeo de Care Bolivia, para poner un ejemplo.

La mayor parte de los beneficios, según los implicados, están fluyendo hacia los grupos más marginados. En este aspecto, más que nada, se ha tenido en cuenta a los pueblos guaraní de la parte sur y central del recorrido y a los productores campesinos más próximos a Vallegrande y Samaipata.
Pero todos se han alistado por igual para recibir a los visitantes.
En Río Grande, por ejemplo, una comunidad de colonos que lleva 10 años en la zona habilitaron

Presione aquí
un pontón para cruzar el río y levantaron dos albergues y una zona para camping. Y, en general, lo que se ofrece al turismo nacional e internacional a lo largo de las distintas rutas son artesanías, medicina tradicional y servicios básicos de guía, hospedaje y comida.

Tres son las propuestas de recorrido. En una, la travesía comienza y termina en Santa Cruz. Otra arranca en Yacuiba y finaliza igualmente en la capital cruceña. Y la más larga —que demora 10 días— parte de Sucre y acaba en Santa Cruz. "Y ya hay al menos un operador turístico que está tratando de captar a aquellos turistas que están de visita en Sucre y Potosí".

Decenas de atractivos

"Por su sangre derramada en el suelo de Vallegrande —comentaba Susana Ocinaga en su intervención para el canal británico de televisión—, estaremos para siempre asociados al nombre del Che". Razón no le falta. Tanto su pueblo como el resto de los parajes vinculados al mítico personaje y a la guerrilla parecen destinados a recibir a decenas de peregrinos. Y, quién sabe, puede ser la forma de dejar de lado la pobreza, cuyo índice es del 74 por ciento en la región.
Además, puntos que antes no eran ni siquiera mencionados se incluyen ahora entre los atractivos que se ofertan a los turistas. Es el caso de Camiri, donde se encontró parte de la documentación que comprometió a la guerrilla y donde los soldados bolivianos retuvieron presos a Ciro Bustos y Regis Debray. Ahora, gracias a un proyecto de la cooperación alemana (GTZ), se ofrece al visitante compartir la vida de los hacendados durante las jornadas que uno desee.
Cerca de allí esta Muyupampa, que con sus cuevas y sus pinturas rupestres fue centro de aprovisionamiento y testigo del paso del grupo revolucionario del Che.
Mientras, otras poblaciones, como Monteagudo, sintieron casi en sus carne propia varios combates memorables en sus cercanías: en Coripoty, El Mesón, Iripití o Ñancahuazú, por mencionar algunos sitios. Pero ninguno fue como el de la Quebrada del Churo, en el que el Che fue herido y apresado. Éste enfrentamiento tuvo lugar lejos de Monteagudo, en La Higuera.

Hoy son precisamente La Higuera y Vallegrande los santuarios más reconocidos de Guevara en Bolivia. Aunque tampoco hay que olvidar enclaves como Lagunillas, donde se dio inicio la guerrilla, pues allá el Ejército ha implementado un museo contando su parte de la historia.

Butch Cassidy y Sundance Kid

Cambiando de paisaje, caminando ya por explanadas donde nunca

Presione aquí
parece llegar el horizonte y sorteando vientos que volverían loco al más cuerdo, en el departamento de Potosí uno se topa con otro relato que también marcó una época, el de Butch Cassidy y Sundance Kid, reconocidos y temidos pistoleros a los que la muerte les quiso dar alcance en Bolivia.
Cassidy y Kid fueron forajidos buscados en Estados Unidos en los tiempos del lejano oeste, debido a los continuos atracos millonarios a bancos y trenes de la línea Union Pacific. Escapando de la persecución de la agencia de detectives Pinkertons, se instalaron primero en Argentina y Chile, donde se ocuparon en actividades legales e ilegales y terminaron huyendo en el año 1906 hacia Bolivia.

Pasaron por La Paz, también fugazmente por Oruro, pero es en Tupiza donde más se les menciona actualmente, pues fue el punto central de sus fechorías. Por eso, allá, varios operadores ofrecen seguir su ruta de leyenda.
Uno de ellos es Turismo Claudia, que con oficinas en las ciudades más grandes del país es el que promociona con mayor empeño esta travesía, un circuito a caballo que engancha con otro tiempo.
Si se sale desde La Paz, para empaparse mejor de lo que fueron las andanzas de Cassidy y Kid, se toma el tren de Oruro a Tupiza, donde se alistan los équidos y las provisiones, y se cena en un restaurante semejante a los salones de ron, leche de cabra y póquer, tan tradicionales en el viejo oeste.

Al día siguiente, tras cabalgar toda la jornada, se monta un campamento. Luego de una amanecida casi a la intemperie se llega a San Vicente, lugar en el que se dice que murieron los dos bandoleros.
La versión oficial es la misma que contó en 1969 una película protagonizada por Paul Newman y Robert Redford, Dos hombres y un destino. Poco antes de ser acribillados, los forajidos intercambiaron algunas bromas y cargaron sus pistolas. Su delito fue robar una remesa con los sueldos de una compañía minera, pues patrulleros militares y mineros vigilaron barrancos, carreteras y estaciones de tren hasta que les dieron caza. Era 1908 y, según se relata, al verse rodeado, Butch mató a Sundance y luego se suicidó. Hoy, sus tumbas en San Vicente no tienen nombre, lo que ha llevado a especulaciones.

Pero como prueba de sus travesuras por Bolivia, en Pulacayo, rozando el salar de Uyuni, todavía se conserva a duras penas la famosa locomotora que dicen que los pistoleros atracaron en busca de una jubilación plácida y encontrando en su lugar el final de sus vidas.
Hay quien sostiene lo

Presione aquí
contrario. Se cuenta que ambos se salvaron y que Kid pasó sus últimos días en una cárcel de Perú y Cassidy retornó a la Argentina. También se dice que volvieron a Estados Unidos, aunque esta hipótesis queda más en duda, pues durante años mucha gente quiso hacerse pasar por los bandidos. La ruta de Bolivia, sin embargo, no va más allá. Y quien quiera adentrarse en el resto de los episodios de esta historia no tendrá más remedio que, al estilo del viejo oeste, seguir los rastros.

Un francés universal

No hará falta tanto con el siguiente personaje, Alcides D’Orbigny, naturalista francés que, con sus libros y tratados donde se relata todo su periplo, mostró Bolivia al mundo. "Esto —reclama el antropólogo Carlos Ossterman— debía ser motivo suficiente de inspiración como para crear una ruta específica basada en su trabajo e instalar varios museos de sitio".

Desde Tiwanaku a Pando, D’Orbigny reflejó en sus apuntes y sus láminas el alma tanto del altiplano como de la Amazonia y el oriente. A su manera, fue un embajador del siglo XIX. "Quería vender la imagen del país al exterior y atraer la inversión con sus informes".
Un esfuerzo loable y más si se tiene en cuenta las condiciones en las que viajaba y la ausencia de moneda circulante. "Llevaba objetos como cuchillos, tejidos, telas y espejos para intercambiar por víveres. Además, no era cómodo viajar, se iba en mula, y el francés siempre estaba cargadísimo, pues en aquel tiempo el valor de un investigador era el papel. Al respecto, cruzando el Río Grande una riada se quiso llevar una vez su mula. Y D’Orbigny se encargó de ponerla a salvo antes de ayudar a un amigo alemán que estaba ahogándose. Con ese gesto resguardó un registro esencial sobre Bolivia".

En sus viajes visitó ruinas preincaicas, describió con sutileza el trópico y diseccionó con precisión culturas vinculadas a los bosques y a la selva, como la de los yuracaré. "También recorrió los caminos prehispánicos de Yungas y llevó las misiones a los ojos del mundo".
Hoy, muchos de los lugares citados son centros turísticos potenciales. "¿Dónde está reflejado D’Orbigny?", se pregunta sin embargo con cierto tono de amargura Ossterman. "No tiene ni un camino, ni una estatua… A pesar de que muchos de los parajes que describiera en su momento apenas han cambiado". Y mientras se demora en llegar un homenaje merecido, bien valen sus libros para recorrer Bolivia. A veces, un puñado de palabras guían mejor los ojos del viajero que un circuito.
SÍGUENOS EN:
Google News