El Árbol de la Vida

Ya debe ser un año desde esa vez que, entre risas, guardaba el DVD de El Árbol de la Vida, impaciente por participar de los debates cinéfilos en las redes sociales.

Ya debe ser un año desde esa vez que, entre risas, guardaba el DVD de El Árbol de la Vida, impaciente por participar de los debates cinéfilos en las redes sociales.

Ya debe ser un año desde esa vez que, entre risas, guardaba el DVD de El Árbol de la Vida, impaciente por participar de los debates cinéfilos en las redes sociales. Los que la habían visto no se cansaban de repetir epítetos descalificativos de toda índole mientras comentaban como en sus salas de cine la gente se salía vociferando groserías, e incluso recuerdo que en un cine de E.E.U.U. se ofrecieron a devolver el importe de las entradas siempre y cuando uno abandone la sala durante los primeros 20 minutos.

El caso es que un año después, con la película completamente olvidada y a puertas de una nueva temporada de premios, por fin llega a nuestro territorio la “película” más polémica del 2011. Defendida por expertos cinéfilos y críticos de inestimable criterio; y vapuleada por el público más general desde los que entran completamente ignorantes a ver “una de Brad Pitt” hasta los que aún nos preguntamos si Terrence Malick realmente creía estar revelando el sentido de la vida y los secretos del universo con tremendo rollo pretencioso y largo como un día sin pan.

En el Árbol de la Vida tenemos la historia del universo desde el Big Bang, eternos y poéticos planos metafísicos/espaciales/Discovery Channel similar a lo que en su momento hizo Kubrick en 2001 pero sin ese tufo pedante ni esa sensación de que se están regodeando en nuestra cara porque somos incapaces de ver la belleza y la sublimación de tan hermosos fondos de pantalla. No poco tiempo después entra en escena un inspiradísimo Brad Pitt en uno de sus mejores papeles como el padre autoritario de éste niño, “protagonista” de la película. Atendemos a su crecimiento y principalmente a su desarrollo emocional consecuencia directa de la relación con su estricto padre y su indefensa madre (también excelente Jessica Chastain, sin duda la actriz revelación del pasado año); obviamente todo estará narrado con una sutileza poética existencial, apenas tanteando sus recursos hasta llegar al punto en que el espectador promedio simplemente no sabrá que está pasando en la película. Se requerirá un esfuerzo mental para tratar de juntar las piezas, hilar fino y en definitiva, intentar hallarle la coherencia al desvarío que el señor Malick nos vende como la obra maestra definitiva.

¿Es tan compleja la película? No realmente. Pero es lo que pasa al maquillarla con kilos y kilos de muy mal disimulada pretenciosidad, y es que ésta palabra alcanza nuevas cotas al referirse a ésta película. Todo resulta tan sobrecargado y tan excesivo que solo queda levantarse a aplaudir entre lágrimas en el festival de turno, o echar risotadas pensando en como uno se va a reír cuando lea las críticas “reales” (no las que venden periódicos y revistas) en los foros regentados por nosotros, los simples mortales que nos gusta el cine (y ésto, solo si uno ha terminado de ver la película y no ha lanzado furibundo el DVD como un frisbee, o abandonado la sala ya que estamos…).

Para bien o para mal ahí tenemos El Árbol de la Vida, la película que acabaría en el acto cualquier maratón de cine, la película más importante de los últimos tiempos, la película perfecta para combinar con esas gruesas gafas de pasta y la última edición de una revista cultural/artística/política europea; la obra maestra más infravalorada tanto por la gente ignorante que no la entiende como por la Academia (siempre sucumbiendo a lo comercial), la única película más aburrida en la cartelera que Paranormal Activity, la película que ni el mismísimo Sean Penn pudo entender, la película de tal poderío visual y de tal belleza conceptual que por supuesto….solo se puede disfrutar en una sala de cine.

Por Miguel Gutiérrez
Twitter: @KusoMG