Su visión organicista lucha contra la cacofonía arquitectónica. Juan Carlos Calderón, flamante Premio de Cultura, habla de crímenes y virtudes urbanas.
Un río Choqueyapu cristalino que, como columna vertebral, articule el crecimiento de la ciudad en sus orillas; puentes peatonales, amplios parques, edificios ubicados de acuerdo al cordón natural de las montañas. Así se debió concebir La Paz hace 450 años, de acuerdo al arquitecto Juan Carlos Calderón, flamante Premio Nacional de Cultura 2005.
Planos, escuadras, una mesa de dibujo y un curioso retrato en relieve de Frank Lloyd Wright, rescatado de un mercado de pulgas mexicano, acompañan la charla en el estudio del arquitecto, desde donde se admira todo el barrio de Sopocachi.
“¿Ve ese terreno en la Rosendo Gutiérrez? —señala—, hace tres semanas era una hermosa casa con cercas de pinos. Han derrumbado todo y sólo han dejado un cartel de embargado en la pared”, dice don Juan Carlos.
Entre esas preocupaciones urbanas, se confiesa feliz de haberse convertido en el primer arquitecto en ganar el Premio Nacional. “Y la satisfacción es doble al compartir el galardón con Julio de la Vega, un escritor muy importante con quien crecimos bajo el Montículo”, dice.
Al enterarse del Premio, reivindicó el carácter artístico de su profesión. Desde esa perspectiva, ¿dónde queda el ámbito técnico de la arquitectura?
Yo defino a la arquitectura como el arte de organizar el espacio físico (la construcción debe funcionar), el
espacio psicológico (se debe crear una sensación agradable en el ambiente) y el espacio espiritual (esa cosa intangible que produce el verdadero arte: la trascendencia). Si la arquitectura logra organizar los tres espacios crea una obra de arte. Los arquitectos tenemos que saber la técnica, pero el arte es lo que prima.
Teniendo una carrera prometedora en Estados Unidos, ¿por qué volvió a Bolivia?
Tras recibirme de bachiller en el San Calixto me fui a la universidad de Oklahoma a estudiar Arquitectura. Después trabajé en Dallas y San Francisco, donde estuve con dos o tres firmas hasta quedar como asociado de otra empresa. Entonces una prima, recién casada con el ingeniero Luis Soria, me encargó el diseño de su casa en La Paz y vine a supervisar la obra pues creo que Dios está en los detalles que hacen o deshacen una casa. En ese momento se lanzó una licitación de antecedentes profesionales para los edificios Entel de La Paz y Oruro, presentamos papeles con el ingeniero Soria y ganamos. Entonces me quedé y al año siguiente gané el diseño del Palacio de Comunicaciones, que demoró 10 años en acabarse. Entonces, volví porque Bolivia es Bolivia para un boliviano y porque acá tenía grandes oportunidades de trabajo.
Regresó en plena dictadura. ¿Cómo le afectó ese contexto?
Llegué el 72 y venía después de trabajar años en Estados Unidos, donde la política casi no existe —quizás por eso Bush ha sido reelegido, es que la gente no está informada—. Sabía que había habido un golpe,
que Banzer era el presidente, pero nada más. Una vez que me quedé, los envidiosos de siempre hicieron correr la voz de que yo era el arquitecto banzerista y que por ello me habían dado edificios importantes. La verdad es que yo había visto a Banzer un par de veces y nunca lo conocí cercanamente ni mucho menos. Hicieron correr esa voz y como los arquitectos somos por lo menos de centro izquierda nunca más me invitaron a ningún acontecimiento en Latinoamérica. Me ha tomado muchos años lograr que esa percepción cambie.
El organicismo ha recibido críticas en los últimos años, ¿sigue usted fiel a esta corriente?
El organicismo, creado por Frank Lloyd Wright, propone que el hombre es parte de la naturaleza y que, por lo tanto, la arquitectura debe ser como si hubiera crecido de la naturaleza en vez de imponerse a ella, porque si se le pelea se produce lo que está pasando: calentamiento del planeta, destrucción. La humanidad es el cáncer del mundo.
Hay maneras de encontrar la armonía organicista y que un edificio, por más gigantesco que sea, respete su entorno; por ejemplo, en el Palacio de Comunicaciones se ha logrado que con la escala baja del bloque de correos, uno pase por la avenida sin estar consciente del monstruo de cemento, sino de la escala humana que es el correo, que se complementa con el atrio que da paso al Obelisco.
¿Tiene solución arquitectónica el caos estético de La Paz?
Hay una cacofonía de volúmenes y edificios. No ha habido regulación y por
ello se han cometido varios crímenes como el poner cemento sobre los adoquines de la ciudad en la gestión del alcalde Raúl Salmón, quien también decidió abrir calles y en este propósito hasta quiso derribar el muro colonial de la iglesia de La Merced. Esto es parte de un proceso que origina todos los problemas: primero está la falta de educación, dada y asimilada, que produce la ignorancia. La ignorancia ocasiona falta de cultura (prueba de ello son las horrorosas casas en la zona Sur). La falta de cultura provoca estupidez (como un Parlamento que pelea por cuatro escaños) y la estupidez origina la destrucción.
Hace años propongo a la Alcaldía que se construya una gran maqueta a escala de La Paz . Allí cada propuesta de edificio se colocaría donde corresponde para ver su proporción en relación a la ciudad. Además en la maqueta de seis metros se podría estudiar tráfico, áreas verdes, etc.
Profesión: arquitecto
Juan Carlos Calderón • Nació en el Montículo paceño en 1932. Estudió en el colegio San Calixto.
Formación superior • Estudió Arquitectura en la Oklahoma State University, de Estados Unidos, donde obtuvo un premio por el proyecto de un jardín botánico.
Sus obras • Juan Carlos Calderón diseñó los edificios de Entel de La Paz y Oruro, el Palacio de Comunicaciones, los edificios Soboce, Gisbert, Hansa, el hotel Plaza, el museo Kusillo y el edificio de la Alianza Francesa, entre otras construcciones galardonadas en ciudades de Bolivia y Estados Unidos.