"La historia de la medicina", un mural que cumple medio siglo
Cultura - Domingo, 26 / Mar / 2006
(La Razón)
La obra y vida de Miguel Alandia Pantoja serán motivo de diversos actos este año. Uno de ellos es el coloquio de mañana sobre el mural del Hospital Obrero.
Carlos Cordero C., investigador y cientista político.
Hace 50 años, Miguel Alandia Pantoja terminaba de pintar el mural Historia de la Medicina, en el auditorio principal del Hospital Obrero de La Paz. La obra, concebida y realizada por el artista potosino, fue realizada durante el primer gobierno de Víctor Paz Estenssoro (1952-1956) y forma parte de una serie ejecutada en los principales edificios públicos de la capital política de la República, durante los años posteriores a la Revolución Nacional de 1952.
Historia de la Medicina (1956) es un mural de 50 metros cuadrados (m2), elaborado en técnica de piroxilina sobre tela y luego adherido a la superficie semicircular del auditorio del hospital. Muestra, con original estilo expresionista, fragmentos referidos a la medicina occidental y elementos de la cultura y medicina autóctonas, además de hacer alusiones al proceso biológico y el desarrollo de la vida.
De este mural, un anónimo comentarista, el ´Profesor AZIT´, escribía en octubre de 1975: ´…en él se patentiza la inmensa y milenaria lucha de la ciencia para ser tal y domeñar a los homicidas invisibles del universo microscópico.
Entre la célula primigenia y la derrota final de las enfermedades se encuentra la aventura del bípedo inteligente para humanizar el mundo, es decir para reconstruirlo a su imagen y semejanza´.
El mural también exhibe, con símbolos sencillos y comprensibles, la filosofía revolucionaria y social que animó la vida y obra de Miguel Alandia Pantoja, quien fue militante del Partido Obrero Revolucionario (trotskista) y fundador de la Central Obrera Boliviana (COB).
En el extremo derecho se puede apreciar el remate político de la obra. En el extremo izquierdo comienza la vida, representada por un ser unicelular (ameba) y el estallido inicial, el big bang que en la teoría científica dio origen a la formación de nuestro universo. Luego vienen los primeros humanos que se reúnen en cuevas rodeados por animales prehistóricos. Seguidamente emerge la cultura de los pueblos, representada por pinturas rupestres y los primeros edificios matizados con figuras de dioses antiguos. Casi en el centro del mural figura un ídolo aymara, quien con la mano derecha clava una lanza ritual en el cuerpo de una larga serpiente que herida se revuelve para mirar al agresor. Delante del ídolo se halla un vaso ritual aymara, el keru, rodeado de la serpiente griega de Esculapio, la cual se enrosca en el vaso
de arcilla. Ambas serpientes resumen el saber de la medicina natural y el conocimiento científico occidental, simbolizado en su máximo esplendor por la presencia de tres genios de la medicina, que observan desde la inmortalidad: Alexander Fleming, bacteriólogo británico quien debe su fama al descubrimiento de la penicilina, un antibiótico que revolucionó la medicina moderna; Santiago Ramón y Cajal, el mayor prestigio científico de España, histólogo, hombre de ciencia comparado con Galileo, Newton, Darwin y Einstein. La tercera figura es Louis Pasteur, químico francés, que aunque no fue médico, frecuentemente se le cita entre los más grandes que hayan existido. Acompañan a estos símbolos del saber, máquinas de rayos X, microscopios, células dividiéndose y galenos con ropa de quirófano.
Pero todo este repaso de la evolución científica —en la visión y pincel de Alandia— debe estar al servicio de la humanidad y de los sectores populares, representados en el mural por ancianos, jóvenes obreros con overol y empuñando herramientas de trabajo; en primer plano, un minero con guardatojo e impermeable amarillo, finalmente, dos mujeres, una de ellas con un niño en brazos. Recordemos que este mural se materializa en el momento de mayor efervescencia de la Revolución Nacional, la cual propugnaba
la inclusión social y el disfrute de los beneficios del progreso —salud y educación— para todos los bolivianos, especialmente para los marginados de todos los tiempos.
Alandia murió en 1975, en Lima, Perú, en uno de los tantos exilios que tuvo que padecer por su militancia y su arte revolucionario. Nació el 27 de marzo de 1914 en Catavi; hoy tendría 92 años de edad. A sus 42 años, aproximadamente, nos habría entregado Historia de la Medicina.
El artista realizó parte de su monumental obra muralística en edificios de instituciones fundamentales del país: en el hall del Palacio de Gobierno, 86 m2 de la obra Historia de la Mina (1953), y en el Palacio Legislativo, 72 m2 de la Historia del Parlamento boliviano (1961). Estos dos murales fueron destruidos en 1965, durante la presidencia del militar René Barrientos Ortuño.
Realizó un mural en el edificio del Ministerio de Relaciones Exteriores, denominado Hacia el Mar (1962), de 36 m2. En el edificio de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos hizo una serie de cinco murales sobre El petróleo en Bolivia (1958), de 30 m2. En el Monumento Museo de la Revolución Nacional (plaza Villarroel) está la importante obra sobre la Lucha del pueblo por su liberación, reforma educativa y voto universal (1964), de 160 m2.