Trabajo remoto para el extranjero

Si tuviéramos que mencionar dos fenómenos que caracterizan e influencian la forma de vida en el mundo en el que vivimos en la actualidad y habláramos de globalización y avance tecnológico, no iríamos muy desencaminados. Y es que tanto uno como el otro juegan un papel esencial en la forma que tenemos de vivir, de trabajar, de comunicarnos y de operar en multitud de esferas.

Nunca antes ha habido un nivel de interconexión planetario como el que el que existe hoy en día, un simple router VPN nos permite acceder a los datos como si estuviéramos en la oficina. La mezcla de nacionalidades, los vínculos internacionales, el comercio interestatal, el turismo, la colonización cultural, los movimientos migratorios y el resto de dinámicas asociadas al fenómeno de la globalización han creado un mundo, valga la redundancia, cada vez más global y entrelazado.

Uno de los factores principales que han contribuido a crear un mundo tan conectado es el impresionante desarrollo tecnológico que se ha vivido en las últimas décadas. Los nuevos medios de transporte, cada vez más veloces y accesibles, unidos a la irrupción de internet, el desarrollo de sistemas, programas y dispositivos electrónicos cada vez más potentes y funcionales, y al avance de la informática; han posibilitado, no solo un movimiento mucho más fluido de personas, sino que, en el ámbito económico-financiero, han facilitado la fusión y la interconexión de mercados, fraguando así su interdependencia y su reactividad a circunstancias exteriores.

Este traspaso de fronteras viene afectando en medida cada vez mayor también al ámbito laboral, donde las relaciones de trabajadores con empresas en el extranjero son cada vez más comunes. El considerable aumento del trabajo remoto que se venía cociendo en los últimos tiempos —y que se ha potenciado de manera pronunciada a raíz de las circunstancias derivadas de la pandemia mundial de Covid19—, junto con el fenómeno de la globalización, han hecho que muchas de estas relaciones laborales se conduzcan de esa (hasta ahora poco común) manera. De hecho, analizándolo detenidamente, esta circunstancia, la de que un trabajador pueda estar trabajando de manera descentralizada para una empresa extrajera es un ejemplo perfecto de la simbiosis de los dos fenómenos de los que veníamos hablando y que conforman el mundo tal y como lo conocemos hoy: globalización y tecnología.

El nuevo tipo de relación laboral trae consecuencias positivas tanto para el trabajador como para las empresas (y, por supuesto, también algunos retos, tales como aquellos relacionados con el necesario proceso de adaptación que supone un cambio tan importante, puesto de manifiesto en cuestiones como la necesidad de discernir entre un ámbito laboral y otro personal mucho más interconectado a raíz de este nuevo modelo y esta nueva forma de trabajar). Algunas de esas ventajas se ponen de manifiesto precisamente en el hecho de que tanto los trabajadores como las empresas tengan mayor poder de decisión a la hora de contratar o elegir trabajo, respectivamente. El número de candidatos a elegir es mucho mayor por esta vía, existe un caladero de talento y de trabajo mundial, por lo que se puede afinar de manera más precisa en las necesidades particulares de cada parte. A su vez, los ya conocidos beneficios relacionados con temas como la conciliación laboral, la flexibilidad y la posibilidad de organizarse el tiempo, o la libertad a la hora de enfocar los proyectos, conforman las partes más positivas de este cambio de paradigma del lado de los trabajadores. Las empresas, por su lado, se benefician, además, entre otras cosas, en temas como la reducción en los costes vinculados al alquiler o compra de los locales comerciales y las oficinas, y tienen la posibilidad de contratar únicamente atendiendo a proyectos, lo que puede reducir significativamente sus gastos salariales.