El supay se origina en el periodo prehispánico y representaba a los muertos
El estudio “El supay en el contexto andino” del investigador Milton Eizaguirre, señala que por muchas razones, la diablada “vendría a ser una alegoría a la danza de los muertos interpretada por los vivos”.
Danza de la Diablada en el Carnaval de Oruro. Foto: ABI
El estudio “El supay en el contexto andino” del investigador Milton Eizaguirre, señala que por muchas razones, la diablada “vendría a ser una alegoría a la danza de los muertos interpretada por los vivos”.
El origen del supay o diablo andino asimilado en la danza de la diablada del Carnaval de Oruro, se remonta al periodo prehispánico, y representaba a los ancestros y a los ancianos a punto de morir doblegados ante la Pachamama (Madre Tierra) a quienes se diviniza para pedirles fertilidad en la siembra agrícola, revela un estudio del antropólogo Milton Eizaguirre, jefe del Departamento de Extensión y Difusión Cultural del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (MUSEF).
Eyzaguirre señala que durante muchos años los lingüistas analizaron cómo traducir el término diablo o demonio, ya que es conocido que a la llegada de los españoles a los andes, este ser maléfico no existía en el contexto andino, ni tampoco el dios católico. “Lo que si existía eran las wakas, los anchanchus, hapiñuñus a quienes después se relacionó con los demonios católicos”, explica.
Basado en información generada en el periodo prehispánico, Eyzaguirre encuentra el término “çupay” asociado con los dioses -aunque los indígenas no lo reconocieron abiertamente para evitar la quema de las momias de sus antepasados como sucedió en el Cuzco-, cuando Polo de Ondegardo incineró a más de doscientos mallquis, con el fin de extirpar sus idolatrías.
Al respecto, el antropólogo rescata los relatos de Jerónimo de Oré de 1595, quien hacía referencia a las wakas al describirlas: “tienen nariz y no olfatean, tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, tienen garganta y no gritan, están parados y sentados pero no tienen ánima, no se mueven, no tienen otro destino que este” (1598).
El antropólogo dice que Oré hacía entonces referencia a los cuerpos de los antepasados que entre otras cosas eran considerados wakas, una especie de antepasados con parentesco y a ellos se debía para perpetuar el nombre y linaje. Eyzaguirre también hace mención a los relatos de Bartolomé Álvarez quien señala en un texto “ya yo soy çupai”, del cual se entiende que por haber llegado a tan viejo de edad, estaba listo para ir donde fueron sus antepasados para ser uno como ellos.
“El programa de extirpación de idolatrías articuló la relación de los muertos con el supay, ya que los rituales andinos resaltaban la importancia de los muertos y ancestros de forma muy significativa. Poco a poco el término se resemantizó hasta atribuirle esta característica demoniaca basada en el hecho de que el manqa pacha era la tierra de los muertos y los demonios. Comedia ubicada al infierno en el subsuelo, el mismo lugar donde habitaban los muertos para los indígenas andinos”, afirma al Periódico Digital PIEB.
El investigador ofrece tres explicaciones relacionadas con la palabra supay que que se usó hasta finales del siglo XVI, cuando se consideraba al supay a: 1) el muerto; 2) una de las almas que poseemos (sombra); y 3) el anciano a punto de morir.
En los diccionarios de aymara y quechua de Bertonio de 1612 y de Gonzalo Holguín de 1607, según el antropólogo, se encuentran solamente referencias relacionadas al diablo o demonio. El diccionario de Santo Thomás de 1566, que es el más antiguo del quechua explica que supay podría ser un ángel bueno o malo. De ese modo, el investigador trata de analizar otros documentos de la colonia, principalmente crónicas como referentes más cercanos para dilucidar el término supay.
Según Fray Domingo de Santo Thomas en 1560, después de 28 años de realizada la conquista del Perú, Dios había hecho el cielo para que los ángeles viviesen en ese lugar. El texto mencionado señala en lenguaje de la época: “no obedecieron a dios….y a eftos por fus peccados, los echo Dios del cielo y defierro aca abaxo de la tierra, al infierno en gran fuego y obfcuridad...”.
“Para Santo Thomas es evidente la presencia de cierta confusión ya que atribuye al çupay como ángel bueno o malo. En ese sentido, sigue con ambigüedades, seguramente influenciado por el contexto andino. Para esa fecha se entendía que los habitantes del manq´a pacha, entre ellos los muertos denominados como amaya o mallquis, espíritus de los antepasados temporalmente cercanos o lejanos, eran benignos o malignos dependiendo de las actitudes culturales que asumían las personas frente a estas deidades”.
Pero además el investigador identifica a otro personaje del Carnaval que desapareció con el pasar de los años, como fue “el condenado”, una representación del muerto, pero no cualquiera, pues era aquel que había perdido la vida dejando un proyecto inconcluso, a huérfanos pequeños, haber sostenido relaciones sexuales con la comadre o haber dejado una fortuna sin haberlo revelado a nadie. El personaje también habría estado presente en la morenada hasta antes de los 60.
“Ahora vemos diablos plenos, pero en retrospectiva son los ancestros. La visualización más importante es la danza de la diablada, que tiene como personaje principal al supay, al diablo que está relacionado con la muerte y los ancestros, por eso debería llamarse la ancestreada o muerteada”, señala.
Los ancestros dice, son tanto masculinos como femeninos, ya que en la danza de la diablada también está presente la figura de la china supay representada en sus inicios por varones vestidos de mujer.
Tiempo de fertilidad
Es a partir de sus connotaciones relacionadas con la muerte, que el supay amplía una serie de concepciones vinculadas con el tiempo de la fertilidad que comienza con la fiesta de los difuntos y acaba con el tiempo del carnaval. “Sería casi irrelevante hablar de los muertos en el tiempo de carnaval cuando se verifica la abundancia de productos, en este tiempo de agradecimiento a la pachamama. Se concibe que el tiempo de los muertos empieza el 1 de noviembre y termina en el carnaval”, afirma.
De acuerdo a la lógica andina -dice Eyzaguirre- las fiestas se celebraban en periodos largos, donde el tiempo de trabajo de los muertos terminaba en carnaval, periodo conocido como el Jallu Pacha (tiempo húmedo) o Allu Pacha (tiempo de fertilidad). Este tiempo era relacionado con los muertos y dura unos cuatro meses, “se llega a la hipótesis de que el término supay significa muerto, pero un muerto divinizado cuyo carácter de actor social comienza con los ancianos a punto de morir, relacionado principalmente con el culto a los muertos que retornan a las pacarinas, a los lugares de origen para ayudar a germinar las semillas sembradas”, señala.
Sin embargo no todos los ancestros son iguales en la cultura andina, pues a aquellos que dejaron beneficios a la comunidad se les ofrece una mesa ritual en nombre de los achachilas en los cerros, para luego bajar a las comunidades y pueblos centrales a celebrar el carnaval. Desde la fiesta comunal del jacha anata durante toda la semana hasta el domingo de tentación se hacen visitas a los compadres que permite dar pie al periodo de las herencias a los nuevos matrimonios. Es tiempo de cosecha y de uniones matrimoniales. [Contacto: meyzaguirre@musef.org.bo]
Fuente: PIEB
Eyzaguirre señala que durante muchos años los lingüistas analizaron cómo traducir el término diablo o demonio, ya que es conocido que a la llegada de los españoles a los andes, este ser maléfico no existía en el contexto andino, ni tampoco el dios católico. “Lo que si existía eran las wakas, los anchanchus, hapiñuñus a quienes después se relacionó con los demonios católicos”, explica.
Basado en información generada en el periodo prehispánico, Eyzaguirre encuentra el término “çupay” asociado con los dioses -aunque los indígenas no lo reconocieron abiertamente para evitar la quema de las momias de sus antepasados como sucedió en el Cuzco-, cuando Polo de Ondegardo incineró a más de doscientos mallquis, con el fin de extirpar sus idolatrías.
Al respecto, el antropólogo rescata los relatos de Jerónimo de Oré de 1595, quien hacía referencia a las wakas al describirlas: “tienen nariz y no olfatean, tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, tienen garganta y no gritan, están parados y sentados pero no tienen ánima, no se mueven, no tienen otro destino que este” (1598).
El antropólogo dice que Oré hacía entonces referencia a los cuerpos de los antepasados que entre otras cosas eran considerados wakas, una especie de antepasados con parentesco y a ellos se debía para perpetuar el nombre y linaje. Eyzaguirre también hace mención a los relatos de Bartolomé Álvarez quien señala en un texto “ya yo soy çupai”, del cual se entiende que por haber llegado a tan viejo de edad, estaba listo para ir donde fueron sus antepasados para ser uno como ellos.
“El programa de extirpación de idolatrías articuló la relación de los muertos con el supay, ya que los rituales andinos resaltaban la importancia de los muertos y ancestros de forma muy significativa. Poco a poco el término se resemantizó hasta atribuirle esta característica demoniaca basada en el hecho de que el manqa pacha era la tierra de los muertos y los demonios. Comedia ubicada al infierno en el subsuelo, el mismo lugar donde habitaban los muertos para los indígenas andinos”, afirma al Periódico Digital PIEB.
El investigador ofrece tres explicaciones relacionadas con la palabra supay que que se usó hasta finales del siglo XVI, cuando se consideraba al supay a: 1) el muerto; 2) una de las almas que poseemos (sombra); y 3) el anciano a punto de morir.
En los diccionarios de aymara y quechua de Bertonio de 1612 y de Gonzalo Holguín de 1607, según el antropólogo, se encuentran solamente referencias relacionadas al diablo o demonio. El diccionario de Santo Thomás de 1566, que es el más antiguo del quechua explica que supay podría ser un ángel bueno o malo. De ese modo, el investigador trata de analizar otros documentos de la colonia, principalmente crónicas como referentes más cercanos para dilucidar el término supay.
Según Fray Domingo de Santo Thomas en 1560, después de 28 años de realizada la conquista del Perú, Dios había hecho el cielo para que los ángeles viviesen en ese lugar. El texto mencionado señala en lenguaje de la época: “no obedecieron a dios….y a eftos por fus peccados, los echo Dios del cielo y defierro aca abaxo de la tierra, al infierno en gran fuego y obfcuridad...”.
“Para Santo Thomas es evidente la presencia de cierta confusión ya que atribuye al çupay como ángel bueno o malo. En ese sentido, sigue con ambigüedades, seguramente influenciado por el contexto andino. Para esa fecha se entendía que los habitantes del manq´a pacha, entre ellos los muertos denominados como amaya o mallquis, espíritus de los antepasados temporalmente cercanos o lejanos, eran benignos o malignos dependiendo de las actitudes culturales que asumían las personas frente a estas deidades”.
Pero además el investigador identifica a otro personaje del Carnaval que desapareció con el pasar de los años, como fue “el condenado”, una representación del muerto, pero no cualquiera, pues era aquel que había perdido la vida dejando un proyecto inconcluso, a huérfanos pequeños, haber sostenido relaciones sexuales con la comadre o haber dejado una fortuna sin haberlo revelado a nadie. El personaje también habría estado presente en la morenada hasta antes de los 60.
“Ahora vemos diablos plenos, pero en retrospectiva son los ancestros. La visualización más importante es la danza de la diablada, que tiene como personaje principal al supay, al diablo que está relacionado con la muerte y los ancestros, por eso debería llamarse la ancestreada o muerteada”, señala.
Los ancestros dice, son tanto masculinos como femeninos, ya que en la danza de la diablada también está presente la figura de la china supay representada en sus inicios por varones vestidos de mujer.
Tiempo de fertilidad
Es a partir de sus connotaciones relacionadas con la muerte, que el supay amplía una serie de concepciones vinculadas con el tiempo de la fertilidad que comienza con la fiesta de los difuntos y acaba con el tiempo del carnaval. “Sería casi irrelevante hablar de los muertos en el tiempo de carnaval cuando se verifica la abundancia de productos, en este tiempo de agradecimiento a la pachamama. Se concibe que el tiempo de los muertos empieza el 1 de noviembre y termina en el carnaval”, afirma.
De acuerdo a la lógica andina -dice Eyzaguirre- las fiestas se celebraban en periodos largos, donde el tiempo de trabajo de los muertos terminaba en carnaval, periodo conocido como el Jallu Pacha (tiempo húmedo) o Allu Pacha (tiempo de fertilidad). Este tiempo era relacionado con los muertos y dura unos cuatro meses, “se llega a la hipótesis de que el término supay significa muerto, pero un muerto divinizado cuyo carácter de actor social comienza con los ancianos a punto de morir, relacionado principalmente con el culto a los muertos que retornan a las pacarinas, a los lugares de origen para ayudar a germinar las semillas sembradas”, señala.
Sin embargo no todos los ancestros son iguales en la cultura andina, pues a aquellos que dejaron beneficios a la comunidad se les ofrece una mesa ritual en nombre de los achachilas en los cerros, para luego bajar a las comunidades y pueblos centrales a celebrar el carnaval. Desde la fiesta comunal del jacha anata durante toda la semana hasta el domingo de tentación se hacen visitas a los compadres que permite dar pie al periodo de las herencias a los nuevos matrimonios. Es tiempo de cosecha y de uniones matrimoniales. [Contacto: meyzaguirre@musef.org.bo]
Fuente: PIEB