Los cambios en la morenada

Martes, 05 / Nov / 2002
 
(La Razón)

Bolivia.com
Texto: Miguel Vargas
Fotos: Fernando Cuéllar

Trac, trac, trac... Pesada y cansina se escucha la cadencia de la morenada. Ritmo pétreo que se prolonga en un compás de seis por ocho y esconde entre sus pollerines bordados de historia el secreto origen de sus colores.

La Paz, Oruro y Potosí disputan su cuna. Mientras Potosí se remonta a su pasado minero, Oruro acude al valor mitológico de sus montañas y La Paz rescata sus lazos con el lago.

Eso sí, las tres vertientes rechazan las antiguas interpretaciones que hablaban de la herencia negra justificando el paso cansado y el sonido de matracas como ecos de la esclavitud. Moreno no significa negro. Esta clara diferenciación inicia la travesía de la danza hasta los tiempos precolombinos.

Con el nombre aimara reseco en el tiempo, la danza se remonta a la época en que se bailaba al son de sikus y con paso saltado. En los pueblos lacustres, los danzantes aún levantan mucho polvo con los pies.

Siglo XVII. Los primeros cronistas ya registraban a la morenada como parte de la cultura andina de la época. En contraste, los manuscritos de Francisco Xavier de Bergara, mayordomo de una hacienda de los Yungas, citan a la Marquesa de Haro como la primera en internar negros en los Yungas en 1805, dos siglos después de aquel otro acontecimiento.

El pasar de los años sin registros culturales ocasionó la pérdida de mucha información. Sin embargo, los antiguos bordadores, a través del legado oral de su ancestros, coinciden en citar tres poblaciones como los primeros asentamientos rurales donde se practicó originariamente esta danza: Taraco, Iquiaca y Achacachi, en la zona lacustre del Titicaca.

La influencia del lago sagrado aparece desde los primeros diseños en base a hilos de plata, la presencia de peces, hojas, círculos, escamas y la predominancia del azul, el blanco y el plateado.

Lejos de los estudios que explicaban que las actuales máscaras negras hablaban de capataces en la cultura afroboliviana, las últimas investigaciones encabezadas por Reynaldo López, asesor cultural de la fraternidad Fanáticos del Gran Poder, señalan que la danza de los morenos tiene una forma de organización netamente aimara que se evidencia, entre otras cosas, en sus formas de pasar la fiesta por el sistema de preste o "cabezas".

Un baile con jerarquías

Prestigio y derroche. La estructura y organización de la danza también respiran el legado aimara. Originalmente, el baile se presentaba en dos tropas de morenos, mostrando la dualidad entre Aransaya y Masqaya, los de arriba y los de abajo. La jerarquía política estaba en primer lugar: el guía mayor, Tisku-Tisku, Achachi o El viejo. Detrás bailaban el Trasguña, el Malaguña, el Chuly y, finalmente, la tropa de morenos conformada por ocho danzantes por fila.

Al siguiente año la ubicación de los danzantes cambiaba de manera ascendente: los que estaban en el lugar del Chuly ascendían al del Malaguña y así, sucesivamente, hasta llegar a ocupar el puesto del guía de la danza, el Achachi.

Originalmente era una danza sólo para hombres. Los primeros organizadores de las tropas de morenos estaban en Taraco. La tropa la conformaban ocho personas divididas en parejas, además del guía Tisku-Tisku.

Los movimientos de ese guía se inspiraban en el saltamontes, insecto que lleva el mismo nombre en aimara. Se distinguía por llevar un disfraz diferente con una máscara que no representaba a la cultura negra ni a un capataz. Más bien, era el símbolo de la máxima autoridad traducida en la sabiduría de la edad. En la mano, yacía una enorme vara con su chicote, a manera de bastón de mando.

En la Mansión, la opulenta casa de Qhantati Creaciones Internacional, bordadores que fundaron hace diez años la comparsa de los Fanáticos del Gran Poder, se confeccionan los trajes de los actuales componentes de las tropas de morenos: el Súper Achachi, el Achachi, el Achachi Galán, el Rey Moreno y los morenos. Estos personajes conservan la jerarquía: mientras más alto es el cargo dentro de la comparsa, el traje será más pesado. Si un traje de moreno pesa hasta 10 kilos, el de Súper Achachi podrá superar los 20 kilos.

Los animales que se fueron

El cóndor, el gallo, la mariposa, el jukumari, el pescado y el chancho tenían en la morenada un significado ritual que se ha perdido con el transcurrir de los años. Algunos, como el pez y el chancho, han sobrevivido cambiando su forma.

El estilo Taraco rescata, por ejemplo, las escamas del pescado en un bordado manual con hilos de plata llamado Killi. Se trata de un trabajo muy fino, elegante y paciente realizado en alto relieve que llega a cubrir todo el traje.

El chancho o kuchisito, símbolo de la abundancia por las muchas utilidades del animal, apareció en las matracas y poco a poco se transformó en el barril actual que todavía conserva la consistencia física del cerdo. La mariposa y el gallo desaparecieron totalmente.

También danzaban en la morenada el bien y el mal con las máscaras de ángel y de diablo que se apagaron en el olvido. Más bien, a finales de los años 70 recién surgieron las figuras. Y debido a la incorporación de esa danza en esferas sociales más altas, se adaptó la ropa tradicional porque las personas no querían usar pollera para no parecerse a las cholas. Entonces, se incorporaron a las minipolleras y a las botas hasta la rodilla.

Vistiendo al moreno

Los trajes confeccionados sólo en tela permanecieron inalterables hasta 1930. Después se incluirían el cartón y las lentejuelas que llegan cosidas por metros.

Cada danzante debía demostrar su habilidad y poder económico al confeccionar personalmente su propio traje. Así, ostentaba su actual situación socioeconómica. Por ello, no podía alquilarlo en taller alguno de bordados. Hoy, este baile sigue teniendo esa connotación puesto que las telas usadas para la confección son muy finas.

Otra de las características es el uso del rapacejo de canutillos y la adopción de flores de kantuta estilizadas y bordadas en hilos matizados. Hasta hoy, los bordadores usan la marca alemana Guterman, pues confían que con el transcurso de los años los trabajos no perderán su color ni su brillo.

En Achacachi se inició la aplicación y uso de pedrería. En ese entonces se valían ingeniosamente de botellas de diferentes colores, espejos y varios tipos de vidrios que los recortaban y los revestían de hojalata para aplicarlos como incrustaciones en los trajes. Las lentejuelas se fabricaban recortando latas de manteca para aprovechar su interior brilloso.

Los accesorios de hoy

La máscara negra que hoy baila en las entradas no sonreía en las primeras tropas de morenos. La primera recuerda el año 1875 y aún descansa en el museo Arqueológico de Oruro. En un inicio estaba orientada a la sátira social del coloniaje. Luego se añadió la barba, el color negro del rostro, los bigotes y las cachimbas. El sombrero de metal, la chasca o peluquín y los botines son elementos nuevos.

Los primeros sombreros que usaron los morenos eran de paja o cartón bordado, con tres o cuatro plumas de colores. Las plumas se usaban en casi todos los pueblos prehispánicos y tienen que ver con lenguajes estéticos, mitológicos y de diferenciación cultural. Las primeras que lucían los morenos eran originales y más largas que las que se utilizan actualmente: artificiales y de tamaño mediano.

Otro elemento importante es la matraca, de origen europeo, que marca rítmicamente el movimiento de los morenos. Las primeras tenían forma de animales, como pescados, patos y cerdos. También representaban los oficios de las comparsas o eran una figura geométrica. Eran tan grandes que para hacerlas resonar se debían sujetar con las dos manos.

Hoy, en medio de una colorida entrada, las matracas son más pequeñas y dejaron de lado las formas zooicas para convertirse en camiones, celulares y hasta una miniatura representando a una carnicería. Cada año deslumbran con su brillo y sus formas nuevas. Los dragones orientales y los pavos reales se incrustaron en los trajes, mientras un sol bordado usa gafas oscuras para proteger la vista de sus propios rayos. Atrás quedaron las telas clásicas y los botines de cholita de los años treinta. Hoy ingresan victoriosos los corsés y los hombros descubiertos.

Trac, trac, trac. Con ese paso cansino, ¿a dónde se dirige la morenada?
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