El mundo llora la muerte de Plisétskaya, la bailarina universal
El mundo de la cultura llora hoy la muerte de Maya Plisétskaya, una bailarina universal que no dudó en enfrentarse a las autoridades soviéticas y ayudó a popularizar ese arte, considerado un patrimonio nacional ruso.
El mundo de la cultura llora hoy la muerte de Maya Plisétskaya, una bailarina universal que no dudó en enfrentarse a las autoridades soviéticas y ayudó a popularizar ese arte, considerado un patrimonio nacional ruso.
"Para todos nosotros seguirá siendo el incomparable cisne ('El lago de los cisnes'), la apasionada y cariñosa Carmen, la inimitable Anna Karenina y la ligera Kitri ('Don Quijote')", dijo Vladímir Medinski, ministro de Cultura ruso.
En un país donde el ballet es una religión e incluso la llegada de los bolcheviques al poder no impidió que se convirtiera en uno de los mayores orgullos nacionales pese a tratarse de una tradición típicamente burguesa, Plisétskaya era admirada por todos, expertos y neófitos, artistas y políticos.
Apenas media hora después de que se conociera la muerte de la bailarina hispanorrusa, el presidente ruso, Vladímir Putin, un conocido admirador de las arte escénicas, ya había emitido un telegrama de condolencia.
Incluso después de dejar Rusia para trabajar en el extranjero, Plisétskaya no perdió la admiración de sus compatriotas, que recuerdan siempre su cisne con la música de Chaikovski de fondo como la cumbre del ballet ruso.
Plisétskaya era hoy el centro de todas las conversaciones en el teatro Bolshói, a cuyas puertas estallan a veces discusiones tan acaloradas entre aficionados y diletantes como frente a un estadio de fútbol.
De hecho, el Bolshói, considerado unánimemente la catedral mundial del ballet, rindió hoy tributo a Plisétskaya con un minuto de silencio antes del espectáculo "La dama de las camelias".
Precisamente en ese teatro, Plisétskaya labró su fama cuando comenzó a bailar en él en 1943, con apenas 17 años de edad, y sustituyó a la mítica Galina Ulánova como "prima ballerina" en 1960.
"Gran mujer, gran bailarina, extraordinario individuo. Eso lo sabían no solo en Rusia, sino en todo el mundo: Plisétskaya era el símbolo del ballet ruso del siglo XX", dijo Vladímir Urin, director del Bolshói.
Urin se había reunido con la artista "hace poco más de una semana" para hablar de su 90º cumpleaños, aniversario "que debía celebrarse en noviembre en el Bolshói".
"Estaba en perfecto estado de salud e incluso bromeaba", agregó.
Todos coinciden en que la muerte de Plisétskaya representa "el fin de una época", ya que la artista no solo ayudó a popularizar el ballet en todo el mundo, sino que dio el salto a la coreografía, algo nada fácil para un mujer en el tiempo que le tocó vivir.
Ella misma reconoció que su encuentro con el cineasta sueco Ingmar Bergman cambió su vida, ya que este le animó a asumir, por primera vez, la labor de directora escénica y coreógrafa con "Anna Karenina".
Su longevidad -se retiró a los 65 años como "prima ballerina" del Bolshói- le permitió influir en bailarines de varias generaciones, como los ya retirados Nikolái Tsiskaridze, antigua estrella del Bolshói, y el argentino Julio Bocca.
"Maya nunca se quejaba de su salud, era una fuente de energía. Se ha ido nuestra diosa, símbolo de todo el mundo del ballet. Pero ella estuvo, está y estará siempre con nosotros ¡Ave María!", dijo Diana Vishniova, estrella del teatro Marinski de San Petersburgo.
España, país que le concedió la ciudadanía tras dirigir la compañía nacional de danza (1987-1990), Francia, Alemania o Japón rindieron hoy memoria al "cisne" por antonomasia.
Plisétskaya, que comenzó a bailar a los tres años de edad, no tuvo una infancia fácil, ya que a los once años fue testigo de la detención de su padre, un comunista de origen judío, que fue ejecutado durante las purgas estalinistas.
Su madre, como esposa de un enemigo del pueblo, también fue condenada a ocho años de cárcel, que cumplió primero en prisión y después en un campo de trabajo en la inhóspita Asia Central, según relató la propia artista.
Quizás por ello no tuvo reparos en enfrentarse a las autoridades soviéticas, como aseguró hoy el poeta Yevgueni Yevtushenko, quien recordó cómo Plisétskaya firmó una protesta contra la invasión de Checoslovaquia en 1968.
También escribió en su momento al dirigente soviético Leonid Brezhnev para pedirle encarecidamente que no permitiera la rehabilitación de Stalin.
En declaraciones a la televisión rusa, la bailarina aseguró en una ocasión que "el comunismo era peor que el fascismo" y que en los GULAG soviéticos murieron más personas que en los campos de concentración nazis.
Eso no impidió que el líder comunista ruso, Guennadi Ziugánov, valorara hoy su "genio" y pronosticara que sus "obras maestras" serán estudiadas por las próximas generaciones.
Sea como sea, según su última voluntad hecha pública hoy por su esposo, el cuerpo de Plisétskaya será incinerado y sus cenizas esparcidas en Rusia. EFE/Ignacio Ortega