Pesebre - Shutterstock
En el año 440 la Iglesia decide oficialmente celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, lo cual quedó definitivamente instituido en el año 529 cuando el emperador Justiniano declara la fecha como día festivo.
Alegría e ilusión escapan de las manos que dan forma al árbol navideño. Las ramas se abren como brazos para sujetar brillantes pompas y enredarse entre el destello de las luces. En la punta, una estrella que recuerda a la de Belén, aquella que guió a los Reyes Magos hasta el pesebre del Niño Jesús hace dos milenios, según cuenta la historia bíblica.
Cerca del pino decorado está la imagen de cera del pequeño redentor que se acuesta entre musgos, mientras animales de yeso o plástico le acompañan.
Unos pasos más allá, la figura de Papá Noel, a veces de tela, a veces de cerámica, contempla indeciso. No se identifica por completo con ese ambiente, porque su presencia en las navidades bolivianas no tiene cientos de años como el Rey del pesebre. Sin embargo, él, con su rojiza apariencia, se ha convertido en el anfitrión y a estas alturas casi dueño de diciembre.
Los misterios y detalles de la Natividad están escritos en las páginas del Nuevo Testamento y siempre fueron motivo de inspiración para los amantes de las artes plásticas con convicción religiosa, quienes la recrearon.
Las primeras obras alusivas al nacimiento de Jesús se realizaron en Europa en la Edad Media. Los trazos artísticos hicieron nacer a Cristo en un rústico pesebre.
Al principio, la imagen de Jesús reposaba en un pesebre de paja. Luego, las representaciones del siglo XVIII lo durmieron sobre una cuna. Es cuando el estilo barroco, recargado de adornos y detalles, pasa una pincelada por los frescos humanizando a los personajes. “Aparecen cuadros en los que las figuras de los personajes son más reales. Se ve, por ejemplo, al Niño envuelto en pañales”.
“La Navidad llega a Latinoamérica a través de la Iglesia Católica como parte del adoctrinamiento de los nativos con lecturas sagradas e imágenes”. Estampas, frescos y grabados creados en el viejo mundo en el siglo XVI esbozaron características de la Escuela Flamenca. Tonos suaves e imágenes irreales fueron copiadas y, en el siglo XVIII, reinterpretadas y adaptadas al estilo pictórico que emergía en América.
La Navidad está exhibida en los museos pero no quedó atrapada entre los marcos de los cuadros, sino llegó a ser una celebración mundial. Y su Rey encontró cobijo en el pesebre.