¿Su vecino podría tener la COVID-19?: En China le pagan por delatarlo
La misiva incide en "vigilar" a personal de seguridad, porteros de urbanizaciones, médicos, farmacéuticos o funcionarios, así como en estar alerta por si se celebran bodas y funerales sin avisar.
La misiva incide en "vigilar" a personal de seguridad, porteros de urbanizaciones, médicos, farmacéuticos o funcionarios, así como en estar alerta por si se celebran bodas y funerales sin avisar.
Delatar al vecino del que sospecha que ha contraído la COVID-19 podría darle como recompensa 10.000 yuanes (1.418 euros, 1.492 dólares, unos Bs. 10.253), son algunas de las prácticas que se incentivan en China para cortar la cadena de contagios.
Las delaciones, en su máximo apogeo durante los años de excesos de la Revolución Cultural (1966-1976), alcanzan sobre todo a términos de la China rural como el condado de Jingxiu en la provincia septentrional de Hebei, vecina de Pekín.
Allí, sus autoridades sanitarias presumieron hace unas semanas de su nuevo "sistema de castigos y recompensas" para que los residentes delatasen a "aquellas personas que no hayan informado, como se requiere, de su entrada a la localidad".
"Quien dé pistas al Gobierno de contagios sospechosos y finalmente se confirmen como casos positivos, recibirá una recompensa de 10.000 yuanes", reza una de las circulares de las autoridades locales.
"Hay que buscar a todos esos contactos cercanos, a los subcontactos, a quien deba estar en aislamiento y no lo esté o a quien haya entrado en el condado sin informar o sin un código QR de salud válido. Si los encuentra, recibirá su recompensa", agrega el texto.
La misiva incide en "vigilar" a personal de seguridad, porteros de urbanizaciones, médicos, farmacéuticos o funcionarios, así como en estar alerta por si se celebran bodas y funerales sin avisar.
Aunque también hay "falsas denuncias" que los funcionarios tratan de atajar al exigir a los chivatos "autenticidad" en sus acusaciones.
Aquellos que denuncien a otros de forma "maliciosa" serán investigados y castigados, como le ocurrió en abril a un residente de la oriental Shandong que reportó -presuntamente, de forma errónea- positivos en su empresa, el Grupo Industrial del Aluminio Huajian, y acabó diagnosticado con "alucinaciones, depresión y ansiedad".
China, aferrada a una estricta política de "cero covid", lleva más de tres meses lidiando con rebrotes de la variante ómicron, con el caso más serio ilustrado por el confinamiento de la megalópolis de Shanghái durante más de dos meses.
Además de incalculables pérdidas económicas y de mantener el país cerrado al exterior durante más de dos años, las duras medidas han provocado en los últimos meses muestras visibles de irritación y descontento en la población, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló en mayo que son insostenibles y recomendó un cambio de estrategia.
Los portavoces del Gobierno chino, que destacan la superioridad del régimen comunista para lidiar con la pandemia en comparación con las cifras de fallecidos acumulados en Occidente, tacharon a la OMS de "irresponsable", alegando que las medidas tomadas han logrado salvar millones de vidas.