Pizzas bolivianas contra la pobreza del coronavirus
Ahora la pizzería significa una "oportunidad" y una "esperanza" para muchas de ellas y la posibilidad de salir adelante por la crisis económica que dejó la pandemia.
Ahora la pizzería significa una "oportunidad" y una "esperanza" para muchas de ellas y la posibilidad de salir adelante por la crisis económica que dejó la pandemia.
Lustran zapatos, venden dulces o limpian parabrisas en las calles paceñas. Ahora también se han convertido en expertas pizzeras. Son una veintena de mujeres bolivianas que han hecho de la gastronomía una nueva forma de vida con productos locales, una manera de reinventarse para salir de las profundidades de la crisis que ha dejado la pandemia por la covid-19.
La pizzería, bajo el nombre "Laja Pizza", funciona en las tardes, tres días a la semana desde el pasado 20 de noviembre, en una especie de terraza techada en la zona sur de La Paz, dentro de las instalaciones de la organización Hormigón Armado, donde los visitantes además pueden disfrutar de ciclos de cine mientras comen.
Algunas de ellas ya estaban involucradas en proyectos anteriores de la organización, dedicada a ayudar a quienes trabajan en las calles de La Paz en la informalidad. Principalmente horneaban galletas que se entregaban en el subsidio materno a las mujeres embarazadas, junto a la estatal Empresa Boliviana de Almendra y Derivados (EBA).
Pero el pasado marzo tuvieron que parar la producción por la cuarentena de la covid-19 y ante la incertidumbre de no saber si las podrían seguir elaborando, se pusieron manos a la obra para dar vida a esta idea que ya soñaron el año pasado, truncada por el conflicto postelectoral que vivió el país.
Una esperanza ante la crisis
Ahora la pizzería significa una "oportunidad" y una "esperanza" para muchas de ellas, la posibilidad de salir adelante por la crisis económica que dejó la pandemia, y vivir más alla de lo que ganan día a día para sostener a sus familias.
Las mujeres se turnan y se dividen en grupos de seis para preparar las pizzas y atender a los comensales, algunas cargando a sus hijos en aguayos, un colorido textil andino que se amarran a la espalda.
Ángela, que prefirió no dar su apellido, va a la pizzería con dos de sus tres hijos y se carga en la espalda a la más pequeña, mientras prepara la salsa o alista alguno de los ingredientes. Para ella este emprendimiento es de gran ayuda después de "sufrir" meses intentando ganar dinero vendiendo en las calles o lavando ropa.
"Esto es una esperanza para seguir, porque la cuarentena, la pandemia, nos ha afectado mucho y no hay trabajo", explica a Efe la joven.
Hechas en pan de laja, sin levadura y cocido en hornos artesanales, estas mujeres ya ofrecen pizzas con sabor boliviano. Desde las más clásicas, hasta "la de la casa", con una base de llajua, una salsa picante que tradicionalmente está hecha con locoto, un tipo de ají, tomate, sal y quirquiña, una hierba típica de la sazón del país.
Hormigón Armado es un proyecto social que ya tiene quince años y que trabaja especialmente con los conocidos como "lustras", limpiadores callejeros de calzados, pero también con personas sin techo.
La organización brinda una diversidad de talleres a más de 130 personas, desde cocina a derecho sanitario, y también ofrece apoyo escolar a sus hijos, según cuenta a Efe su director, Juan Pablo Villalobos.
Hormigón Armado cuenta con la financiación de algunas onegés como la sueca LatiCe, además de donaciones, pero la crisis también ha puesto contra las cuerdas a sus benefactores por lo que realizaron varias ventas de comida en un "llamado a la solidaridad" de la gente para mantenerlo a flote.
Entre los proyectos más conocidos está la venta del periódico producido por los "lustras", que se mantiene gracias a una campaña que realizaron para reciclar papel y cambiarlo por uno ecológico, lo que permitió sacar al menos ocho publicaciones.