El origen del dióxido de cloro y su uso como medicina contra la COVID-19
La polémica alrededor del dióxido de cloro llevó a muchas instituciones a prohibir su comercialización a las personas.
La polémica alrededor del dióxido de cloro llevó a muchas instituciones a prohibir su comercialización a las personas.
En los últimos días se generó una polémica alrededor del uso del dióxido de cloro como un medicamento para tratar la COVID-19. Mientras que muchas personas compraron la sustancia con la esperanza de tratar o prevenir la enfermedad, el Gobierno ha alertado respecto a sus posibles efectos nocivos.
El dióxido de cloro fue publicitado por primera vez como una potencial medicina por Jim Humble con el nombre de "Suplemento Mineral Milagroso" en un libro que el mismo publicó en 2006.
Desde entonces, muchas personas comercializaron la sustancia promoviéndola como “medicina alternativa”. A lo largo de los años se le atribuyeron propiedades curativas contra el cáncer, la malaria, la gripe A/H1N1, el VIH, el resfriado común, entre muchas otras afecciones.
Durante la pandemia, el dióxido de cloro vio un nuevo surgimiento como una medicina, esta vez para la COVID-19.
Uno de sus principales promotores es Andreas Kalcker, señala haber realizado investigaciones en un campo que él denomina la “biofísica natural”. Así lo indica también su diploma de doctorado. Sin embargo, este no es un campo de estudio que exista en las universidades, y su diploma fue otorgado no por un institución de educación superior, sino por una empresa que vende diplomas a pedido.
Kalcker, así como muchos otros en diferentes países, dice contar con evidencia de que el dióxido de cloro cura el coronavirus, como también lo afirmó hace algunos años para el autismo.
Lo cierto es que ninguna institución de profesionales en medicina ha probado nunca la efectividad de dióxido de cloro para curar enfermedades. Por el contrario, muchas han señalado en reiteradas ocasiones que su uso puede traer consecuencias negativas.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) indica sobre esto: “La FDA ha recibido denuncias de consumidores que sufrieron vómito intenso, diarrea severa, una presión arterial baja potencialmente mortal causada por la deshidratación y fallos hepáticos fulminantes después de beber estos productos. Si ha tenido una reacción negativa a cualquiera de ellos, acuda a un profesional de la salud lo antes posible”.
Comité Científico Nacional Covid-19 en Bolivia, también ha advertido sobre tema: “No existe ninguna publicación en revistas médicas científicas sobre sus efectos contra COVID-19. Antes de la aparición de la pandemia esta sustancia ya fue difundida en varios países europeos como cura “milagrosa” (denominado como “solución mineral milagrosa” o MMS) para enfermedades no relacionadas entre sí, tales como autismo, cáncer, VIH/SIDA, hepatitis, entre otras. Dicho uso se realizó sin autorización ni evidencia documentada, al contrario, con serias observaciones y censuras”.
El uso del dióxido de cloro siempre se limitó a la industria, que lo usa como desinfectante de superficies. Su consumo, en dosis pequeñas, es soportado por el organismo que puede combatir la intoxicación; pero como medicamento, no tiene efectos positivos que hayan sido probados.