La travesía de 91 días de una orquesta boliviana para volver a casa
Veinticinco músicos quedaron atrapados en Alemania por el coronavirus.
Veinticinco músicos quedaron atrapados en Alemania por el coronavirus.
Los noventa y un días lejos de casa, los ocho cumpleaños celebrados, los ensayos, los talleres y la celebración de un aniversario han marcado a los veinticinco músicos bolivianos de la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos (OEIN), que luego de quedar varados en Alemania por la pandemia volvieron a sus casas con un sinfín de anécdotas.
A pesar de que la espera por volver a La Paz desde Rheinsberg, en el norte de Alemania, se hizo casi eterna, cuando los jóvenes bolivianos se enteraron de que debían hacer las maletas se quedaron callados, contó a Efe el músico Camed Martela.
"Recuerdo que nadie dijo nada, uno esperaba que nos alegremos, pero todos estábamos callados, muchos no querían volver, porque ya nos habíamos acostumbrado, a mí me pareció triste la noticia de regresar", expresó.
Los miembros de la orquesta se alojaron desde marzo en la Academia de Música de Rheinsberg, a unos mil kilómetros del norte de Berlín, donde inicialmente debían ensayar con el ensamble alemán PHONIX-16 para participar en varios festivales, pero por el cierre de fronteras para prevenir la COVID-19 y la cancelación de esos eventos se quedaron varados allí cerca de tres meses.
En ese tiempo ensayaron y grabaron las cuatro piezas que suponía una presentación de dos horas que la orquesta había repasado minuciosamente desde enero para presentarla en Alemania, relató a Efe el director de la OEIN, Carlos Gutiérrez.
Además realizaron otras grabaciones e improvisaciones con instrumentos nativos andinos como las quenas, pinquillos y sikus, junto al ensamble alemán, para canalizar fondos para su manutención durante ese período.
Inicialmente pasaban los días de su confinamiento ensayando exhaustivamente, para que de algún modo se olvidaran un poco de la incertidumbre por no saber cuándo podrían volver a sus casas.
Luego decidieron bajar la intensidad de los ensayos y armaron talleres de poesía, pintura, dibujo y guitarra, que los mismos miembros impartían a sus compañeros.
Martela, por ejemplo, decidió aportar con rutinas de ejercicios físicos que había aprendido en sus entrenamientos de voleibol, para ayudar a "liberar la energía" y mejorar el ánimo de sus compañeros, que de vez en cuando se apagaba por la incertidumbre.
También se celebraron unos ocho cumpleaños con "sorpresas" y reuniones que casi todas las veces terminaban con un poco de música.