La llamarada solar sorprendió este miércoles 31 de diciembre, en el último día del 2025. Foto: Shutterstock
Mientras todos celebraban el Año Nuevo, una llamarada solar irrumpió la atmósfera terrestre según informó la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) tras recibir el reporte de una tormenta.
El Centro de Predicción del Clima Espacial de la NOAA emitió una alerta por una emisión de radiación de tipo II, la cual se produce "en asociación con erupciones en el sol e indica típicamente que una eyección de masa coronal está asociada con una llamarada solar", según explica el aviso.
Esto provocó una onda de radiación con una velocidad estimada de 893 km/s. Pero minutos después, se emitió otra alerta por emisión tipo IV, relacionada con erupciones intensas y posible tormenta de llamarada con radiación solar.
¿Cómo afectan las tormentas solares a la Tierra?
Las tormentas solares, que implican una perturbación del campo magnético de la Tierra debido al material que expulsa el sol, pueden afectar, al tratarse de material electromagnético, principalmente a tecnologías e infraestructuras básicas, desde sistemas GPS a la generación de interferencias y cortes en sistemas de radio de alta frecuencia o en los empleados para la aviación.
Aunque no tienen efecto aparente en la salud humana, también pueden llegar a afectar al funcionamiento de los satélites que orbitan en torno al planeta y en casos extremos dañar transformadores en redes de alta tensión y provocar apagones a gran escala.
La NOAA sí anticipa una activación moderada de auroras hasta este 1 de enero de 2026 debido a que la eyección de masa coronal (CME) fue de gran magnitud. Hay una alerta de posible tormenta G3 (fuerte) si la CME coincide perfectamente con el viento solar rápido, lo que podría extender las auroras a latitudes medias (como Nueva York, norte de Europa o incluso más al sur, con baja probabilidad).
Las auroras boreales, o australes en el hemisferio sur, se producen por colisiones de partículas cargadas del viento solar con átomos y moléculas de la atmósfera terrestre. Estas colisiones excitan los gases, que al volver a su estado normal liberan energía en forma de luz (fotones) de diferentes colores, dependiendo del gas y la altitud.
La intensidad y la forma (cortinas, arcos, ondas) dependen de la fuerza de la tormenta geomagnética: tormentas fuertes (G3-G5) producen colores más vivos y movimientos rápidos, expandiendo el óvalo auroral hacia el ecuador.